En algún momento de nuestra vida hemos escuchado a alguien que dice o nos dice: «¡te tengo envidia, pero de la buena, eh!», haciendo énfasis en la palabra «buena», para que no se escuche tan «feo» o para darle un valor «aceptable» dentro de la sociedad. Este comentario sale ya sea porque vio algo de nosotros o alguna acción que alguien haya hecho por nosotros. Pero, en realidad ¿crees que existe envidia buena y mala? O que… ¿la envidia buena no es tan grave como la mala? Considero que sea buena o mala, al final, es envidia.
Pero, ¿qué es la envidia? La envidia es algo que deseas que la otra persona tiene, no solamente cosas materiales, sino también su físico, su familia, su trabajo, sus amistades, sus viajes, sus logros o cómo es la persona en su totalidad. ¿Por qué surge? ¿Por qué no se es feliz con lo que se tiene? O bien, ¿por qué no estamos satisfechos con lo que tenemos y obtenemos por nuestro propio medio?
Pues, bien, el ser humano por naturaleza desea más de lo que comúnmente tiene, puede ser por propia convicción o por ambición, es decir, querer tener más y más y no sentirse satisfecho con lo que ha logrado. Sin embargo, la ambición también se origina por que en algún momento de su vida careció de algo y ahora lucha por tenerlo y cuando lo tiene pasa que, lo disfruta o quiere más y más. Y es que, los seres humanos día a día estamos en constante competitividad con el o los otros, siempre queremos ser los primeros o los más reconocidos y esto suele pasar en todos los ámbitos, como lo laboral, social o familiar, pero ante esta lucha se encuentra inmersa la inseguridad y la baja autoestima. Esas constantes comparaciones que los otros llegan hacer con respecto de los demás, inconscientemente nos orillan a querer ser como los otros o ser mejor que los demás. Si no se tiene una autoestima [alta] o seguridad bien cimentada, la envidia aparecerá. Y aun así puede pasar que, aunque se tenga, existan momentos de debilidad donde uno mismo no se la cree o le hacen creer que no puede tener lo que desea.
De esta manera, la envidia comúnmente se presenta de dos formas: desear lo que la otra persona tiene [como se mencionó anteriormente], y la envidia de no querer prestar o compartir nuestras cosas.
En el primer caso, se verá una insatisfacción de lo que se es y de lo que se tiene, reflejándose en acciones o comentarios que descalifican y/o perjudican a la persona que se está envidiando. [Por ejemplo: que mal te ves con esa blusa roja, no te queda bien, a mí se me vería mejor»].
Así mismo, se descalifica o se encuentra algo negativo de lo que se está deseando, justo para no sentirse inferior a la persona que lo tiene y en una situación más grave llegar la imitación [Por ejemplo: «está bonito el carro que compraste, pero ese modelo no es tan actual, cuando me compre el mío será modelo reciente»].
En el segundo tipo de envidia de no te presto mis cosas, podemos darnos cuenta que suele presentarse el enojo, miedo o superioridad.
Socialmente el no prestar nuestras cosas se ve «mal» ya que se cree que en nuestra familia nos enseñan que debemos «compartir». Sin embargo, el camino, las circunstancias o las experiencias que llegaron a convertir a la persona en un ser «envidioso» pudo ser causa de situaciones como: «me costó mucho trabajo conseguirlo, no quiero que le pase nada porque me gusta cuidar mis cosas, tu no prestas tus cosas y si quieres que te preste las mías, siempre que presto mis cosas no me las regresan o me las regresan en mal estado».
Ahora bien, detente un poco y recuerda un momento de tu infancia, donde jugabas y querías el juguete de alguien más. ¿Por qué quererlo? Quizá porque veías como aquel niño(a) disfrutaba el momento con ese juguete y tú pensabas que era el juguete quien hacia real ese instante, y una vez que ya lo tenías, al no causar el mismo efecto en ti o que tú se lo dieras, te aburrías y lo botabas. O bien, querías el juguete porque la otra persona te «presumía» todo lo que contenía o hacia el juguete y, al impresionarte por su discurso, te entraba la curiosidad o deseo y lo querías tener. O simplemente porque no querías que lo tuviera y hacías un berrinche, lo cual originaba que fueran a acusar al niño con un adulto y de esta manera podías obtener ese juguete. Ahora cambia de rol, visualiza el momento en el que fuiste tú quien no presto el juguete y piensa en el motivo por el cual no lo hiciste.
Con todo lo mencionado, a lo que quiero llegar es que tengas lo que tengas, seas como seas, sólo tú decides que sentido le das a tu vida y el valor que tienen las cosas para ti.
A veces nos encontramos con personas que económicamente no les hace falta nada, pero en ocasiones son las que más solas están o no son felices con lo que tienen pues pierden el sentido a las cosas y sólo se dedican a generar más y más. ¿Acaso conoces a alguien?
Finalmente, te invito a que reflexiones tus acciones y te des cuenta de todas tus cualidades y habilidades que te hacen diferente y único a los demás. No pierdas tu esencia y sé tú mismo(a) que de esta manera lograras más de lo que piensas.
[Envidia es envidia. Sin matices, ni mala ni buena].
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.