Hay días en los que simplemente no puedes subsistir mentalmente por ti solo. No me refiero a que no se pueda sobrellevar el momento difícil, pero existen situaciones en las que el apoyo incondicional y de confianza plena se encuentra en alguien más, acorde a la importancia y el amor en el que se encasilla la reciprocidad de ese vínculo en común.
En México —un país surrealista, de acuerdo con Buñuel y Dalí— se observa en las familias, amistades y amores un vínculo único y distinguible por sobre el mundo entero. Hago cierto hincapié en el «surrealismo», ya que siempre existe un trasfondo increíble en la verdad sobre las ataduras emocionales y de apoyo en que nace una relación, tal como en nuestra sociedad, em que no caben en la realidad humana los actos atroces que se viven a diario en el país, no junto a tanta dicha y armonía de personas altruistas que igual se ven por donde quiera.
Muchas personas tienen en su familia a ese pilar principal de apoyo que jamás fallará y la empatía será primordial en las situaciones favorables y adversas, pero pocos dicen y saben cómo es que la misma familia destruye, desconfía, envidia, oculta y miente y lo mismo sucede con las amistades y amores. En un lugar donde las personas no actúan de manera mala o buena, donde siempre hay matices entre la forma de comportarse hacia los que dicen importar y la sociedad en general; los lazos escogidos valen la vida misma cuando en la búsqueda se encuentra, complementa y madura.
Es en esto último donde quiero centrar esta idea, que de no importar de donde venga el sentimiento puro de empatía, se encuentra que en el mexicano, uno escoge en quien depositar la confianza de contar el estado emocional en que te encuentras, los problemas que te acontecen, las oportunidades que te llaman a aprovechar, las locuras que quieres compartir sin ser juzgado y la reciprocidad que culmina en un lazo de almas perdidas en un mundo en el que nunca para la historia trágica y de esperanza. Que las traiciones de amigos, la indiferencia de familiares y los corazones rotos no tienen cabida en el verdadero lazo mexicano, ese que no deja abajo, que da la mano y que admira los logros por igual.
Son pocos, son contados, son más los que hieren, son más los que ofenden y por consecuente también hay personas que motivan, creen el uno al otro, apoyan en los objetivos particulares e incluso, ¿por qué no? Económicamente. Coexistir con alguien que se entiende perfectamente, que provienen de hechos totalmente distintos en el México mágico, es lo que ayuda a prevalecer. Conscientes que la distancia y la vida trae ocasiones en que lejos de nuestro propósito nos cambian por fuera, las actitudes ya mencionadas sobre el comportamiento en la sociedad. Ese vínculo es para siempre, no se vive a pesar dé o, peor aún, olvidando, al reconocer rostros y saber de lo que está hecha el alma, los eslabones que sujetan un entendimiento puro no se rompen por banalidades, es y será por decisión.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.