Vidrios como lágrimas envueltos en noche y luna,
un cuerpo repelido por una dimensión de innumerables pisos.
Una luna no tan llena.
Una noche no tan oscura.
El vacío se precipitaba en las entrañas, con velocidad de llanto,
con silencios de interferencias e inmediatez de un interno goce de límites y fin. Tan cayendo se sentía su cuerpo como el mío que ni tan ajeno ni tan íntimo era el mismo. Un vértigo universal de planetas
Un vértigo astral de cometas
Una fatalidad tras otra, una gravedad que era pesada y densa,
una pared que hubiera deseado fuera piso y unas alas que aún no salían. Disminuía la distancia tan inevitable.
Aumentaba el destino tan inevitable.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.