Te necesito, me dijo, con la voz entrecortada y a mí me creció musgo en el alma.
Necesito hablar con vos, me dijo, con la entonación que le podría dar un moribundo en su último respiro, y a mí me creció musgo en el alma.
Te pido que no me dejes, me dijo, con la impunidad que maneja la muerte su llegada cuando toca partir, y a mí, sólo me creció musgo en el alma.
Es que sin vos no sé qué haría, eso me dijo, cómo si su existir no fuera suficiente para mantenerlo en pie, y a mí me creció musgo en el alma.
Por favor escúchame que sos la única persona que me entiende, me dijo, cómo sí sólo yo habitara su mundo, y a mí me creció musgo en el alma.
Dejá, no te acerques, no importa con qué intenciones vengas ni lo que quieras de mí
porque ya no me queda ni un trozo de alma en el que musgo no haya de crecer.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.