2023-300

Uriel Ramos.
Mercado libre. 2018. Fotografía digital.

El humo que bailaba sobre su taza de café desaparecía en el frio que azotaba la mañana. Sus manos lánguidas y algo golpeadas por los años no paraban de temblar aún cubiertas de sangre, más una fina capa de tierra que también se asomaba por debajo de sus uñas. Parecía estar muy concentrado en sus pensamientos. De fondo sonaba «Mordí el anzuelo una vez más siempre un iluso nuestra estrella se agotó y era mi lujo ella fue por esa vez mi héroe vivo, bah fue mi único héroe en este lío», de los Redondos.  

El ambiente comenzaba a tornarse pesado y repleto de inquietudes. Luego de una llamada urgente de su parte a las 5 de la madrugada, Juan se había presentado ante mi puerta con la mirada totalmente perdida y llena de confusión. 

—Lo tuve que hacer. 

Fue lo único que le escuché decir desde que había llegado.

Cuando me decidí a organizar la cama en donde él dormiría fue el momento en que, de su voz ahogada y gruesa, brotaron todas las palabras que acallarían las voces de mi conciencia repleta de dudas.   

Su relato entre lágrimas me dejó totalmente helado, ya que hace tan sólo un par de horas antes había asesinado a su propio hijo a puñaladas. Éste lo habría encontrado en su habitación manteniendo relaciones con su prometida. Recorriendo a besos su apacible contextura. Para Juan, él no se merecía a Violeta, sus años de inexperiencia, más la diferencia de edad entre ambos los alejaban de una relación duradera. La pareja de su amante debería de ser un hombre de buena posición, que estuviese dispuesto a conceder todos sus deseos y darle el lugar que merecía ante la sociedad. Enceguecido en rabia al verla correr hacia su prometido, la navaja que siempre llevaba consigo brilló en la palma de su mano para agitarse en el aire y terminar en la espalda de su amante. Aquel manojo de curvas que noche a noche se había transformado en su edén de placeres se encontraba plagado en cortes extendidos como pinceladas de rojo carmesí. A su lado, Tomás lo contemplaba con total desprecio, analizando la escena del crimen ante sus ojos. Pupilas que se llenaron de miedo al ver a su progenitor, a quien más amaba, lanzarse sobre él. La muerte a manos de su papá fue su último aliento de vida. 

El sentimiento de miseria ahondaba en su silueta repleta de lágrimas agudas. Los años que tiempo atrás parecía esquivar gracias a los montones de dinero depositados en su cuenta de banco habían tomado el poder de su figura. Pelo opaco que revelaba canas incipientes, como la barba que se asomaba tras su mueca llena de melancolía.   

A lo largo de los días nunca lo vi dormir más de dos horas, podía escucharse desde mi cama su caminar, que iba de aquí para allá, como un león enjaulado. Para cuando dieron las 8 y media, horario en el que me disponía a preparar el mate, al llamar a la puerta de su pieza, no obtuve respuesta, por lo cual entré. Fue entonces cuando observé la ausencia que se cernía sobre el dormitorio.  

Aún puedo recordar las palabras escritas en la hoja que encontré sobre la cama, en la cual rezaba nuevamente:

—Lo tuve que hacer.  

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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