Gerardo Buendía.
Sin título. 2022. Fotografía digital.

Perdí la cuenta de las palabras que caben en un beso.

De los silencios que han muerto entre tus labios, de las veces que mendigue por tu boca.

A estas alturas de mi vida cualquier beso sabe a gloria, es un manantial que apaga el incendio que se provoca en mi pecho; manantial de vida en este infierno.

He buscado labios en rostros desconocidos.

He bañado en la cerveza la sensación que provoca tu ausencia y tu beso se me escapa, se burla de mí y me ahoga en la tristeza.

Tus labios siempre fueron la droga que me mantenía alejado de la realidad, pintaban fantasías en tierras lejanas.

Eran el sueño que los poetas escriben y los enamorados recitan con ojos de amor.

He besado bocas que no saben a nada solo para intentar olvidar tus labios jugando en mi boca, besado cuellos indefensos en busca del camino que me lleve de nuevo a tus pechos.

Me he atado a caderas que amenazan con despegar del suelo

He intentado volar en otras manos, con otras alas, pero a lo mucho que llego es a saltar unos pocos metros y luego caer para justo estrellarme con tu recuerdo.

A pesar de todo, tu boca sigue siendo ese deseo nocturno que le ruego a la luna me traiga de vuelta.

Doy vueltas por la cama vacía acariciando tu espacio, susurrándole tu nombre a mi almohada, besando a tu fantasma como un pobre loco que no encuentre cura.

Voy de boca en boca tratando de olvidar la tuya, mendigando por un beso que rompa el silencio que me arrebata los sueños.

He besado tantos labios desde que los tuyos buscaron otras bocas, otros cuerpos, otras manos donde comenzar el vuelo, otros silencios que romper, otros oídos en donde susurrar orgasmos, otros labios que te inviten a soñar en paisajes fantásticos, otras bocas que borren mis besos.

Los besos que nos dimos están guardados en una caja fuerte de recuerdos custodiados por te amos que dijimos totalmente enamorados

Bañados en las lágrimas que cayeron con la tormenta que nos cortó las alas y dejamos de volar.

Nos volvimos seres terrenales incapaces de recordar la contraseña que nos devuelva los besos.

Nos convertimos en seres tristes que buscan sus alas en labios que no saben a nada.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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