Gerardo Buendía.
Sin título. 2022. Fotografía digital.

Parece ser que cuando se inventó la historia de la humanidad, desde la primera narración, ya se había concebido en un origen, una relación incestuosa entre el tiempo: titán hipertrofiado, pervertido y manoseador; y el espacio una sexy masa atómica, deformable y provocativa. Este ritual de apareamiento dio lugar a todo lo que hoy conocemos como universo, dentro de nuestra limitada historia en el sistema solar, exactamente en la tierra, nuestro planeta azul. Posteriormente, la palabra unificó la comunicación entre nuestras estrenadas civilizaciones, creándose así una sucesión infinita de partos narrativos, universos y mundos posibles que el ser humano ha configurado desde sus inicios en sus historias y relatos tanto míticos como místicos dentro de lo poco o mucho que se pueda dotar de lógica en este plano terrenal.

Desde que el ser humano desarrolló la capacidad de registrar historias para luego ser contadas, este titán se ha desplazado, es decir que mientras ha transcurrido el tiempo, él mismo se ha encargado de leer infinitamente la narrativa de la humanidad que está alojada en su fibroso lomo. En este constante manoseo del tiempo, intencionado y pretencioso, se da origen a las grandes incógnitas y peripecias que hoy agobian la humanidad, pues cada generación ha tenido que enfrentarse a diversas problemáticas. Traduciendo lo heredado y percibiendo lo traducido se ha venido dando forma a grandes ideologías y corrientes del pensamiento que hoy se nos manifiestan como regímenes de verdad; y es que el ser desde sus inicios ha fantaseado con instaurar una plena convivencia en sociedades, que origine una comunión entre el medio natural y el medio social, donde se pueda distribuir óptimamente tanto el espacio como los recursos naturales, echando a un lado la desigualdad,  algo a lo que podríamos denominar como una utopía. Esto ha dado lugar a un afanoso deseo del progreso en la modernidad, una constante liquidez social en las nuevas urbes con el fin de construir civilizaciones empujándolas hacia un perfeccionamiento ególatra e inefable que, todavía parecemos no comprender.

En esta relación intencional entre el tiempo y el espacio, como Prometeo con sus seres de barro, somos creados y moldeados entre átomos por invisibles divinidades que nos proporcionan cerebros dotados de la capacidad de interpretar información a través de los sentidos para así crear acciones apoyándonos de nuestras herramientas biológicas de carne y hueso. Pues, como seres racionales creamos situaciones y perpetuamos los espacios que compartimos para así darles un sentido a través de lo que percibimos en el medio. Sucesos agobiantes discurren en este plano material y siempre ha sido nuestro deber traducirlos en historias. Lo inevitable lo hemos sufrido, baños de sangre fríos, cicatrices que marcan y fragmentan nuestros cerebros dotados de memoria y olvido. Estas historias conforman la clave para conocer los errores de las civilizaciones pasadas, errores que, leídos e interpretados por el humano contemporáneo, pueden brindarnos una solución a los problemas que hoy nos aquejan.

La sabiduría ancestral ha sufrido una serie de pérdidas a lo largo de las guerras que se han presentado en este convulsionado mundo, en estas convulsionadas historias humanas. Las religiones conformadas a lo largo del tiempo han servido como instrumentos justificadores para crear situaciones belicosas, han sido el pan de cada día para crear razones de violencia contra el que es diferente, para muchos se ha convertido en un sentido de vida, para mí esto escasamente logra poseer sentido, ¿para quién la guerra tiene sentido? Sin embargo, la mejor amiga del tiempo, la historia nos lo demuestra, se defiende cada ideología, cada régimen de verdad que se levante en nombre de dios, como un motivo de cuestionar el ser, y peor aún de cuestionar al otro, sin compartir y atropellando. El cristianismo ha jugado un papel antagónico en la historia de las civilizaciones post romanas, pues cantidad de documentos que heredamos de miles de años de sabiduría ancestral de civilizaciones que ya existían y difundían sus saberes entre sus comunidades fueron saqueados y posteriormente extraídos de sus deidades y conocimientos, les fueron arrebatados sus dioses y verdades.

El hinduismo cree que el universo, desde su inicio, forma parte de varios ciclos de destrucciones y creaciones de múltiples universos y mundos posibles que se superponen y existen paralelamente en el tiempo. Ahora bien, nosotros siendo los herederos de esta afanosa civilización, afanosa hacia el progreso, no hemos logrado llegar a una comunión saludable con nuestro hogar nativo. Destruimos en gran medida las fuentes de riqueza natural, solo con la excusa de un progreso sin sentido, buscamos cada día magnificar esa zona de confort a base de materiales, de producir y proveer. Consumir es la base de la sociedad actualmente, la fiebre del consumismo se ha esparcido en todas direcciones, todos de alguna forma u otra resultamos contagiados, es normal, o más bien inevitable, sin embargo, debemos tomar las respectivas precauciones, pues como un virus podemos cuidarnos de sus efectos negativos.

Actualmente no podemos simplemente desvincular nuestra cuenta de usuario en esta red llamada modernidad, o contemporaneidad, póngale el que usted quiera, pues esto es precisamente lo que nos hace remitirnos al siempre presente mito de la caverna de Platón, en este presente híper comunicado donde el conocimiento y la educación real difiere al del mundo aparente, al del mundo de la súper comunicación.  Los dirigentes de las diversas naciones quieren hacer parecer que los recursos de nuestro hogar siempre serán materias infinitas, materias que se pueden adquirir con fines egoístas, pues la forma de poder en cómo está dirigido el mundo actualmente crea estas situaciones donde pocos son los privilegiados y pocos son los que eligen el futuro de nuestras venideras civilizaciones. Parece ser que lo que nos espera es un futuro Nostradámico, lleno de predicciones apocalípticas, donde el fin de los tiempos se convierte en una narrativa fantasiosa, pero totalmente posible. Consumir y capitalizar las diversas formas en que se presenta la vida es nuestra gran patología presente y latente, no duerme ese supuesto y afanoso fin de proveer y postergar el avance de nuestra evolución como un oficinista cocainómano en Wall Street no descansa. Las nuevas generaciones sufren hoy ese afán convulsionado que consiste en asimilar información, construir bases de concreto y perpetrar combustibles fósiles en nuestro rico suelo. Parece este nuestro fin, pero la madre naturaleza nos llama, nos comunica su magia que une espiritualidad con ciencia.

De acuerdo con lo que decía sobre la sabiduría ancestral y el conocimiento que se ha perdido gracias a las religiones, debo aclarar que no todas las religiones son causantes de esta pérdida hereditaria, solo lo traslado a nuestra realidad latinoamericana, donde se ha invisibilizado a lo largo del tiempo las costumbres precolombinas. Ahora bien, para mí es menester declarar que la magia existe, y existe en cada uno de nosotros, un ojo que a veces tiende a despertar, a ver más allá de las estructuras preestablecidas por la sociedad. Esta magia de la que les hablo, esa que se instaura en cada uno de nuestros imaginarios, donde le podemos llegar a dar hasta connotaciones fantásticas, antiguamente nuestros antepasados precolombinos la percibían como algo divinamente normalizado, y es que por medio de sus rituales y ceremonias cosmológicas podríamos llamarles, con tintes divinos, afianzaban sus creencias a deidades que podían percibir en su medio natural. Pueblos enteros a lo largo de toda la tierra construían sus explicaciones fantásticas de la creación, de la razón de ser humano en la tierra, construían su significado a partir de la tierra misma, a partir de sustancias endógenas.

En una jungla tan grande aún es un misterio cómo los chamanes y curanderos antiguos descubrieron la combinación del brebaje que posee, en su esencia principal un simple compuesto que podemos encontrar en la naturaleza y está increíblemente disponible en cada una de las especies de plantas y animales del planeta y que tiene profundos efectos en la conciencia humana. ¿Cuál será su función en el ser humano? Por ser una molécula tan sencilla, en teoría cualquier organismo podría sintetizar Dimetiltriptamina. Su gran significado desde su descubrimiento, aún es un misterio, aún es un motivo para escribir y contar su historia. Nuestra relación con las sustancias tanto sintéticas como vegetales endógenos que provocan estados psicodélicos del ser, son una gran prueba de que, si preparamos nuestra mente para poder asimilar la deconstrucción que percibimos como realidad, y con esto la deconstrucción de todos aquellos sistemas y estructuras sociales preestablecidos, podremos asimilar y tomar un poco más de conciencia acerca de las latentes problemáticas del mundo presente. Es decir, por medio de las experiencias psicodélicas que experimenta nuestro yo interno, nuestro ego desaparece y podemos cuestionar introspectivamente mejor nuestra responsabilidad como personas que viven en un medio natural junto con otras personas. Es una prueba que está más allá de ser develada ahora en estos tiempos de convulsión porque mientras nuestra glándula pineal esté en estado de somnolencia, no podremos vivir la relación con nuestro entorno, con la magia y geometría sagrada que alberga la naturaleza.

La muerte es un símbolo de miedo para occidente, no la aceptamos, incluso desde antes de la colonia cuando aztecas y mayas creían que perder el cuerpo nos llevaría a un vacío, además de todas las significaciones que le ha dotado el cristianismo, gracias a ello seguimos con el sesgo a abrir nuestra mente a nuevas perspectivas del mundo y de la realidad. Un encuentro con Dimetiltriptamina, la sustancia ancestral que está en todas las tomas chamánicas de yagé, podría ayudar a una persona a procesar y potenciar la información implícita en su mente, despertar con ojos cerrados, sin materia, lejos del cuerpo y del plano material. Fumar Dmt es muy diferente a consumir cualquier otro tipo de psicodélicos, estás en un lugar, BANG, estás en otro lugar, BANG estás de regreso. Es como una abducción alienígena. No deja mucho para una narrativa en el preciso momento o para preguntar: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Qué estoy aprendiendo? Mientras tus ojos no dejan de observar en todas direcciones, repito, no tienes ojos físicos y ves con ellos completamente cerrados. Es demasiada información que procesar en pocos minutos.

La capacidad de ir más allá de las estructuras sociales y de estar abierto a comprender mundos posibles simboliza en nosotros un intento de abandonar las configuraciones sociales del poder que se han quedado como cicatrices dolorosas del tiempo en nuestro ser. La clave de los enteógenos se traslada directamente al mal de las sociedades, y esta es la muerte del ego, comprendiendo que, en los estados alterados de conciencia se podrá renunciar a todo sentimiento negativo que intervenga en la construcción del ser, y así mismo, en la edificación de una sociedad en comunión, sin guerra. Los enteógenos como psilocibina, dietilamida de ácido lisérgico, dimetiltriptamina y mescalina, son sustancias vegetales que a pesar de que en la cultura occidental contemporánea han sido mal llamadas drogas, para muchas civilizaciones antiguas han sido consideradas de carácter sagrado en muchas de sus tradiciones, e incluso jugaban un papel central en muchas religiones porque estaban estrechamente ligadas a sus deidades y a su cosmología, por tanto el uso de sustancias enteógenas está profundamente arraigado en la cultura humana. Esto debido a que consistía y aún consiste en la búsqueda de la trascendencia como el instinto humano más básico, por lo que el uso de sustancias enteógenas o psicotrópicas es quizá la raíz de todas las religiones. No creo que los psicodélicos sean la respuesta a los problemas del mundo, sin embargo son una puerta que te abre otras percepciones, otras visiones de la realidad, tanto así que se desdibuja todo lo socialmente preestablecido, ese malestar, maltrecho y egocéntrico que la humanidad ha amamantado por siglos, y que ese smog de petróleo pulverizado, que se aceleró con la revolución industrial, aceleró en gran medida el encogimiento del globo, híper aumentado la sociedad gris, sociedad del concreto hormigón. Aún estamos a tiempo.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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