Las luces de un semáforo precautorio parpadean indiferentes al paso de los autos, conducidos por personas que no tienen el más mínimo sentido de vida. Viven en la monotonía eterna siendo incapaces de apreciar su entorno, cómo la señora que está parada frente el auto de mi madre. No es nadie, por lo menos no para mí, pero… ¿se han preguntado, en que piensa? La familia que acaba de pasar junto a mí, una familia joven, hasta el momento funcional, como en la mayoría de los casos, así se mantendrá hasta que sus hijos sean lo suficientemente maduros para entender el divorcio de sus padres y vivir atormentados. «¿Habrá sido mi culpa?», será la pregunta que se harán aquellos niños que vi pasar cuando sean tan jóvenes como lo puedo ser yo a mis 20 años.