La luna rosa nos puso azules
y la noche pasó lento
hasta que ya no tanto.
Tuvimos tiempo de mirarnos
sin vernos y de sentirnos
pero sin tocarnos.
Imaginamos tropecientas
versiones de un «nosotros»
y nos frenamos entre
el «podría» y el «hubiera».
Ahora duermo desnuda
con los miedos destapados.
Tú con las ganas de vivirme,
bajo la almohada
y el silencio provocando dudas
que, ojalá, algún día contestaremos.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.