Eres el sueño.
Haces soñar.
Sumergido en el recipiente,
te conservas como pececillo,
con el fin de mantenerte (vivo)
y hacernos llorar.
Iniciaste como orquídea.
Me refiero a tu cuidado.
Porque eso es lo que implicas:
una profecía autocumplida
digna de admirar.
No debo idealizarte,
pero al imaginarte ya resultas.
Y existes. En mi mente, al menos,
cuando comienzas a pintar.
Tu origen lo desconozco.
Tu significado está perdido.
Mi intensión al buscarte, sin embargo,
nunca ha sido encontrarte,
sino ayudarme a recordar.
Mi nicho favorito es tu escondite.
¿Dónde te hallo? ¿O ya te hallé?
Si bien tus cimientos son ideas,
también son jueces con cautela
que hace días alimenté
de fotos que aún no tomo,
de palabras que no he escrito,
de un gajito de mi esencia,
de un gajito de caracol,
de varias flores, de una sola,
de varias horas, unas pocas,
de un destino que es siniestro
al derecho y al revés.
Sumergido en el vacío,
te has atiborrado de varios ramos,
(de sólo uno)
de un romántico amador
y de un escéptico espectador.
Porque tu destino ya es primicia.
Y seguro algún buen día,
llegaremos a tu estadía,
la de una profecía autocumplida,
la de un viaje por el mar;
porque tú, con tu tierna arquitectura,
prodigiosa, tan llena de azar;
eres el sueño,
haces soñar.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.