[Introducción]

 

Es plena cuarentena, encierro, atadura compleja y pandémica cuya naturaleza nos impide salir a ver el paisaje; estamos trabajando frente a la computadora, la pantalla es ya nuestra acompañante más íntima, sabe casi todos nuestros secretos. También el tiempo nos agobia… Quizás porque es demasiado, demasiado líquido, demasiado incierto. Nunca había sido tan amplio el recoveco. Tampoco tan solitario. Así que, de un momento a otro, sentimos que lo desperdiciamos. Ya son bastantes días y estamos simplemente secos de ideas, pero queremos hacer algo. Las mañanas son largas, por ejemplo, y esa sensación de hastío se asoma cada vez que vemos nuestro lienzo, sin todavía un trazo comprometido.

¿Deberíamos comenzar a hacer algo para calmar el nervio? ¿Solos? ¿Con alguien? ¿Desde esta virtual lejanía llena de online meetings? Deambulamos un rato por ahí, inquietos, cada cual frente a la pantalla. Entonces, sin querer, surge la premisa: ¿una colaboración? ¿Será buena idea? ¿Una exageración moderna al final? ¿Un diálogo? ¿La ventisca que entra por la ventana aventando los papeles donde estaba uno dibujando sólo para espabilar? Y así empieza el proceso: papel en blanco, dos personas desde sus ordenadores. «Hay que hacer algo».

¿Por dónde comenzamos? «Si, estaría chido». Nada se nos ocurre. Entretanto, rondamos por nuestra memoria, en busca de una idea similar. Y no hallamos algo realmente. Nos encanta la idea: experimentar desde la conversación, desde la duda, desde la instantaneidad de la ansiedad en donde solemos refugiarnos. Escribimos mientras hablamos a través de canales digitales, con esa voz modificada y desfasada. «¿Por qué no explorar desde la aleatoriedad?». Brutal interludio.

Y el proceso continúa. Se escriben palabras al azar (o no tan al azar) y el flujo de información se pierde por un lapso corto. Todas las palabras se vierten en una hoja de Excel: tres o cuatro columnas… Quizás dos. Quizás más. Al final, palabras escritas allí sin una organización definida. Es más bien el programa quien, puesto a la tarea de desacomodar lo escrito, de pronto arroja una serie de datos compuestos: dos palabras y un número (por eso el título de cada imagen).

A partir de eso construimos. Así se compone el ejercicio, uno toma alguno de esos datos compuestos y comienza a hacer un collage digital. Luego el otro lo interviene. Es ese un proceso de registro y desapego. Quien comienza sabe que su obra terminará como otra cosa. Quien toma esa composición inicial debe decidir primero si leer esa narrativa y apegarse a ella o, por el contrario, romperla sólo para provocar al otro. Es un proceso divertido, confuso, sobre cómo lidiar con la presión, con lo preexistente, la mente vacía (el inconsciente), y luego el ego. Por supuesto. Eso es colaborar, nos decimos para convencernos, sin entender aún que el proceso es más rico: sobre empatía, sobre habitar ajenos laberintos y deconstruir el lenguaje propio sólo para entonces saber cuál es su mínimo reducto. Particular ejercicio.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Soledad-Soledad-3. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Soledad_Perspectiva_9. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Tiempo-Desamor-2. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía. 'Bondad-Perspectiva-9'. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Fotocopia-Perspectiva-9. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Fuego-Programación-7. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Tiempo-Borrar-5. 2021. Collage digital.

Uriel Ramos y Gerardo Buendía.
Escuela-Control-8. 2021. Collage digital.

[Desarrollo]

 

Primer acto: Como niños descubrimos la tarea como un nuevo juguete. Un lienzo en blanco, una galería infinita de imágenes, y la posibilidad de generar infinitas composiciones con un pequeño instructivo que nos dicta el resultado… Vamos descubriendo la ruta que paso a paso hemos construido. Una ruta visual que le servirá a nuestro relevo para completar el acertijo.

Segundo acto: Las pistas regadas por la planilla juguetean entre el ojo y la razón. ¿Qué clase de broma es esta? Resulta que te toca terminar la tarea, listo o no, el trabajo necesita estar hecho. Suena la campana. El juego está sobre tu escritorio, complétalo. Palabras, números e imágenes. Datos, significados e información. Dentro de todo lo que ves nada te es familiar, y es justamente dentro de ese mismo distanciamiento donde te conduces. Espacios libres dispuestos para recibir el balón de las ideas. Dios nos hizo y nosotros nos juntamos. Entre pases y saques de banda logramos mantenernos dentro del área y articulamos las jugadas que definirán el resultado de la partida.

 ¿Cómo se llama la obra?

 

[Conclusión]

 

Este texto, como las imágenes, fueron hechas en colaboración, al punto de no saber de quién es la obra ni cómo llegó el resultado. Experimentación pura, acotada por la digital distancia de una pandémica circunstancia. 

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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