La intervención en la ESIA que nadie vio: conversación con Gerardo Buendía

Cuéntanos sobre la ESIA.

La ESIA es una escuela bastante rara y caótica, ciertamente. Es una isla de piedra con playas de fuego en la que las ideas no fluyen con la rapidez que uno desearía para una escuela creativa.

A pesar de que allí se imparte arquitectura, las expresiones artísticas son desplazadas, reprimidas, si así quiere llamársele. Me refiero a las expresiones críticas, a la apropiación del espacio público, del arte como herramienta de consolidación o perturbación, una plataforma que despierte o motive. Ese tipo de cosas pasan con escasez en la escuela. Una vez cada dos o tres generaciones. Por un lado, porque el aparato burocrático es tedioso, desesperante, y por otro, porque nos hemos acostumbrado a bajar la cabeza. Somos una comunidad indiferente que no apoya en todas las ocasiones a los compañeros que gritan o buscan distintas formas de manifestarse, de mejorar, de dar algo más simplemente. Salvo algunas excepciones, claro. Por ejemplo, las pocas conferencias o exposiciones que se realizan, vienen de la iniciativa de estudiantes que quieren poner de su parte. Hay poco apoyo a las propuestas, tanto de alumnos como de profesores. Si no coincide con algún eje temático del programa, difícilmente se le da apertura. Como si la cultura, como tema, no ya fuera suficiente.

El año pasado algunos compañeros hicieron una intervención en homenaje a los 100 años de la Bauhaus con unas pinturas a lo Mondrian que apenas se dieron. Tuvieron que pasar meses de negociaciones para concluir con un acto significativo que ha generado comunidad en la escuela. Mucha gente se toma fotos en ese mural y esas escaleras. Se han apropiado de ello. Incluso la administración, quien se puso la medalla por eso en su momento, y hasta denunció al compañero que encabezó el proyecto, por supuestamente lucrar con él. Dime tu.

¿Por qué la intervención?

Pasábamos por un contexto distinto a cualquier otro. Estábamos en un paro que reventó a causa de deficientes procesos administrativos y que develó problemas a nivel general, entre ellos el acoso sexual, la falta de infraestructura, la corrupción, un cuestionable plan de estudios, la demagogia docente, en fin. Nuestra intención era articular todo eso, dejar una efímera huella en el tiempo que a su vez pudiera retratar lo que pasaba.

 Al principio quisimos intervenir la escuela de muchos modos, pintar murales, dibujar en las mamparas, llenar los vidrios de collages y reinterpretar espacios interiores, hacer fotografías, reflexiones. Incluso pensamos en hacer una exposición con obras de ilustradores, escritores, pintores y fotógrafos, todos de la escuela. Que pudiera vivirse una reapertura desde muchas narrativas y pudiera verse esa ESIA que cohabita en lo profundo, la de la gente creativa, la de las cavilaciones sobre la realidad. Infortunadamente, los mismos compañeros con quienes estábamos en paro nos lo impidieron. Era su escuela, decían. E iban a defenderla. Fueron noches de debate para que pudiésemos tocar el pabellón a cargo del arquitecto Aragón, a quien también conocíamos.

La idea principal era pintar la fachada del edificio 2. Era una fachada de granito que la administración anterior pintó tontamente. Era más bien una protesta en torno a la poca consciencia. ¿Cómo reclamas a alguien de violentar el patrimonio cuando ya lo has violentado? Es como si nos reclamaran por grafitear una pirámide maya, luego de que el gobierno la pintara de blanco y guinda para hacerse propaganda. 

Gerardo Buendía y Uriel Ramos. 'Dos silencios'. 2020. Intervención durante el paro de labores. Cortesía de Gerardo Buendía.

¿Qué significa? ¿Por qué en la pirámide?

Más allá de la imagen que envejece y se disuelve con el tiempo, la intervención más bien está en la narrativa de entrar a la escuela, de deambular por allí. Es una metáfora.

Cuando entras a los primeros semestres, por ejemplo, te das cuenta que hay algo no encaja del todo. Como si el mismo contexto te advirtiera de la existencia de ciertas interrogantes o los problemas se asomasen frente a tu cara de niño, en tu camino a la profesionalización. A pesar de que lo analizas de forma inocente, entonces, sólo eres capaz de reconocer lo que pasa cuando miras en retrospectiva o cuando estás a unos pasos de egresar. Es decir, sólo puedes comprenderlo todo cuando vas a salir o al mirar hacia atrás. En ese sentido, nos valimos de esa naturaleza que tiene el pabellón a cargo del arquitecto Alejandro Sánchez Aragón, muy similar. Cuando entras a la escuela, y caminas hacia la explanada, entrevés que el pabellón no encaja con la identidad de la escuela, que sobresalta por alguna razón, pero no logras identificar cual es. No sabes si es por sus materiales, por su forma, por sus líneas, por el pleonasmo visual del logo de la ESIA, o por cómo está emplazado en el espacio exterior. Deambulas por ahí con esa duda.

Nosotros sólo acentuamos esa condición en aquella pieza, e hicimos un collage de doble narrativa en la cara que da al edificio 1 y que no se ve cuando uno entra a la ESIA. Sólo cuando sales o cuando volteas. Se trata de un collage que partió de recortes de notas periodísticas del mismo día que se entregaron las instalaciones. La primera parte, la de la derecha, es un ensayo visual que manifiesta algunos aspectos de las dinámicas académicas, mientras que la segunda parte, la de la izquierda, es más literal. Se trata de un collage lleno de sosiego, como un susurro que está frente a todos. Por eso digo que la intervención está en su narrativa. Retrata drástica y explícitamente lo que pasa en la escuela. Porque todos, por lo menos una vez en el día, pasamos por el pabellón. Queda en nosotros escucharlo, saber si nos gobierna esa indiferencia o si le damos una oportunidad de despertarnos o calmarnos algo. Lo que sea.

La idea inicial fue intervenir toda esa cara del pabellón y hacer una serie de entramados con cuerda al interior, acompañada de una gran alfombra roja que indicaba el camino hacia a una silla vacía. Queríamos manifestarnos contra el Consejo Técnico Consultivo Escolar. Iba a llamarse Retrato del Consejo. Pero, no sucedió. Nunca supe quien se quedó la cuerda. Tampoco pudimos terminar la intervención. Sólo tuvimos una hora. Esa fue la condición que nos pusieron nuestros compañeros.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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