Gabriel Amador.
Manuvie. 2018. Fotografía digital.

I

Conserve la calma, esto debe pasar.

Tome una posición cómoda, la más quieta posible.

Respire hondo, lo más hondo que pueda, lo más hondo que pueda.

Exhale lentamente.

Trate de no moverse, ponga la mente en blanco.

No recuerde sus sueños frustrados. No piense en amores fallidos. No culpe a Dios de su desgracia.

No ruede sobre la cama. No se enrede en las cobijas. Conserve la calma, conserve la cama.

Hunda la cara en la almohada, no piense en nada.

No escuche los gatos en el tejado, no preste atención a los disparos en la avenida.

No voltee si se siente observado. No encienda las luces. Quédese quieto, callado.

Al cabo de las horas deberá quedarse dormido. De no ser así, comience de nuevo.

II

Si al cabo de las horas, no logra quedarse dormido, vaya a la cocina, sírvase un trago. Uno fuerte, si es posible. Dos tercios de ron, un tercio de whisky.

Beba lentamente, sienta el hormigueo, el vacío de la cabeza. Repita dos veces.

A tientas vuelva a la cama, respire profundo y conserve la calma, conserve la calma.

Al poco tiempo debe quedarse dormido.

Si también esto falla; intente otra cosa.


III

Lea un poco, algo aburrido. El diario en la sección de finanzas. Una revista de farándula, o alguna novela de realismo alemán.

Escriba una carta, esa que nunca envío por miedo, o por soberbia.

Escriba poesía, versos sin sentido, respetando la métrica mínima.

Si al poco no se queda dormido, relájese, respire hondo, lo más hondo que pueda.


IV

Encienda la estufa. Ponga a hervir agua para café.

Felicidades, ha vencido al insomnio.

Pónganle al televisor, sírvase una tasa, sin azúcar, siéntese cómodo y disfrute el noticiero de las seis.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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