A veces cuando extraño la brisa y el azul turquesa del mar, me pongo a pensar en tu risa, cuando extraño las distancias cortas, recuerdo lo bien que se siente pellizcarte una nalga cuando vas subiendo las escaleras. Buscaba estar más cerca de ti, respirar el mismo aire, ver el mismo cielo, ahogarnos con el mismo smog, subir a la azotea, encender un cigarro, mirar al vacío juntos, besarnos y crear nuevos mundos, ver fuegos artificiales al tomar tu mano, hacer nuestros todos los parques de la ciudad, conquistar las heladerías, adueñarnos de los bares, hacer imperios bajo las sábanas, conocer juntos las estaciones del metro que nunca habías pisado, ser la pareja más conocida del iHop, maldecir en el mismo tráfico, comprar un mezcal y jugar a la botellita como si tuviéramos 15 años, chuparte el cuello, lamerte las heridas, hacerle cosquillas a tus miedos, enfrentar juntos a nuestros monstruos, inventar nuevos juegos en la cama. A veces cuando extraño vivir en Cancún me acuerdo que nunca me había sentido más vivo que ahora, contigo a mi lado.
A veces cuando extraño los bares con cervezas de veinte pesos, pienso en los mensajes de una ciudad a otra. Saber que estabas lejos siempre fue difícil, más complicado que decidir si comprarme un cigarro o ponerle 5 pesos a mi tarjeta del metro.
Cambié las noches de caguamas y listas de reproducción en YouTube por noches de Netflix, cobijas y sushi. Contigo le perdí el miedo al ridículo, ya no me importa que la gente me mire y se ría cuando camino desde el mercado de Mixcoac hasta tu casa con un arreglo de flores, no me da miedo llegar con mariachis y cantarte las de Luis Mi. Contigo se me olvida que vivía en Cancún, y entre tanta contaminación, manifestaciones, tráfico e inseguridad, me siento más cerquita del cielo sacando tu foto de la primaria de mi cartera mientras me dispongo a empujar gente para poder entrar al vagón del metro.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.