Cuando el artista dibuja, escribe, raya, mancha, rasga, pinta, pega, o fotografía, está tratando de crear, tal vez, cosmos paralelos. A veces, ese lirismo estético del proceso de creación puede ser delicado o sublime, como mariposas en un estanque de arreboles. Pero, en otras ocasiones, el lirismo puede ser crudo y grotesco como la crudeza de la vida misma desde su rostro más despiadado. Luz y sombra como Yin-Yang, homo sapiens u homo demens. Fotografiar como acto lírico es una manera de apropiarse de la vida como verbo y como registro o memoria erótica del ser. 

[Umbral] La fotografía es de por sí un relato visual, de memoria y biografía, usando un artefacto específico para que el ojo del alma registre la visualidad exterior ampliada, la «otredad». Es la imagen un potente catalizador de la vida. Se trata entonces, de absorber la imagen que logramos robarle al infinito —y sus luces—. Como fotógrafos somos o intentamos ser ladrones generosos, logramos a veces robar la luz, que ya lo es todo.

Tenemos más de 6 millones de células ópticas en cada ojo.  Imaginemos los átomos del cuerpo. El fotógrafo tiene demasiados átomos —hasta espirituales— en su devenir y en su recorrido onírico y visual, desde sus largos experimentos registrando-robando paisajes, espacios urbanos, rostros, experimentaciones, etcétera. La fotografía del cuerpo abre una ventana al infinito de la sensorialidad y es un espectro temático que nunca se desgasta, recordemos las hermosas y robustas venus y diosas sexuales de las culturas ancestrales, por ejemplo, o las obras escultóricas de falos y vulvas en toscas piezas de una belleza tan particular.

Podríamos decir que poetizar con el lente es como contar historias que logramos tomar de lo que vivimos y vemos; y realmente sí, todo puede parecer lírico como un atardecer violeta-naranja, o quizás un panorama urbano texturizado por el deterioro de la ciudad que día a día golpea los relojes e incendia todo, contaminando el alba. Unos cuerpos desnudos en el lente de una cámara fotográfica, son una declaratoria estética suspendida en el deseo.

La primera cámara que tuve en mis manos fue una Pentax K-1000, analógica, comprada al gran fotógrafo tachirense José Ángel Mora. Luego, con los años uno logra transitar hacia el mundo digital. En el año 1992, en Ciudad Bolívar, pude ser testigo de las intensas obras del artista venezolano Nelson Garrido, con una muestra censurada por su gran transgresión. Hecho que me marcó profundamente.

Como ejercicio técnico o profesional, pero a su vez, artístico, fotografiar como se debería, implica un reto, un intento, una audacia por tratar de crear potentes imágenes desde lo circundante, tratando a su vez de romper esquemas visuales convencionales o ciertos patrones fotográficos, ya muy re-utilizados o por darle un nombre «algo comunes» o, más bien, «comerciales». Roberto Juarroz expresa: «hay que ponerle pruebas al infinito para ver si resiste».  Es un tiro certero crear partiendo de la búsqueda de lo imposible para convertirlo en «obra» desde el ojo entrenado —y el lente ladrón—, pero desde el corazón también.  No es sólo crear imagen como si fuésemos técnicos sin espíritu, o como máquinas tecnológicas que lógicamente no somos. No se trata de tener una «súper cámara» para ser un gran fotógrafo; se trata de ser capaz de sobornar al infinito y tomar de éste su potencia.  Nos expresa el gran Franz Kafka: «el arte aletea alrededor de la verdad, pero con el propósito decidido de no quemarse.  Su capacidad consiste en encontrar en el oscuro vacío, el rayo de luz que puede captarse plenamente, en un lugar donde no había podido percibirse antes».

El artista que sólo busca fama está perdido. La supuesta «genialidad» se ha vuelto demasiado aburrida desde el empecinado «mercado del arte». Todos los trabajos visuales no salen de la devoción espiritual; algunos vienen a renacer de entre las crisis psíquicas, la duda por la obstinación, la sublimación existencial inconsciente, el desahogo brutal, el vacío, etcétera; en fin.

[Un sello] Mixturas es ensayo visual estructurado por composiciones, saturaciones, cromatismos, contraposición de temas, y rompecabezas de imágenes y elementos junto a grafismos, signos y simbologías que exploran la sátira, el humor, la poética, lo grotesco, el erotismo, que reflejan las hostilidades de la vida misma, las represiones y auto-represiones del ser erótico, lo sublime al sentirse desnudamente sagrado, y la diversidad sexual en su resplandor.

Ender Rodríguez.
Astronautico. 2020.

Ender Rodríguez.
Confesionales 4. 2020.

[1] Ender Rodríguez.
Hibridos 4 (Obra tributo a Nelson Garrido). 2020.
[2] Ender Rodríguez.
Infermundo. 2020.

[1] Ender Rodríguez.
Ni tan renacentista 3. 2020.
[2] Ender Rodríguez.
No dejo de pensar en ti. 2020.
[3] Ender Rodríguez. Pagando vacuna. 2020.

Ender Rodríguez.
Trans-money. 2020.

Ender Rodríguez.
Venta de garage. 2020.

Ender Rodríguez.
Venezueland. 2020.

Ender Rodríguez.
Otra eva con bombillo. 2020

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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