Ikeoner. 'Apuntes no. 1'. 2019. Fotografía análoga.

[1]

Muerte, vida y prosperidad a la persona que me lea. Muerte, vida y prosperidad a la persona que me ame y ame mis demonios. Muerte, vida y prosperidad a mí, a mí nombre a sus orígenes que ahora ven su fin imponentes, fuertes y amorosos. Caminaban ya en sus últimos años a paso lento. El tiempo no los había perdonado, ¿y Dios?

Amantes en un secreto oculto a simple vista me abrigaron, como lo abrigaron a él, a quien me dio la vida y ellos le dieron una vida a él. Agradecido plasmó en mi un recuerdo ahora perdurable hasta que mi muerte llegue y termine ahí —presuntuoso quiero agregar— su más grande legado.

 

[2]

Enamorado llora con el cuerpo de su amado ya calcinado hasta las cenizas entre sus brazos, unos brazos viejos, cansados de tantas cargas, esfuerzos y vivencias; victorioso, proclama haber cumplido su promesa; —pasar la vida juntos—, pasar la vida junto al amor de su vida, pasar la vida con su felicidad… Las lágrimas casi inexistentes recorren su rostro ya avejentado mientras su postura no revela más que una gran imponencia y caballerosidad.

El regreso a casa, difícil. Silenciosa y deprimida la casa extraña a su huésped, que durmió por décadas en su piso, bajó su techo, abrigado por sus muros blancos repletos de arte, libros y reliquias. El tiempo sigue su curso, no espera a nadie, no tiene piedad por nada, su último huésped se encamina ahora a seguir a su amado en la vía del ciclo de la vida, enferma gravemente, y en su lecho de muerte da una última demostración del carácter, humor y fuerza que sólo él podría tener; «déjenme morir», es con lo que se despide de su único hijo y el luto ahora permanente viste a la gran casa blanca de negro.

Arrodillado en un puño de tierra sólo pido que esté tranquilo, porque alcanzó a ver lo que por años anheló, tregua.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

Suscríbete

NEWSLTTER