Francisco de Goya. 'Saturno devorando a su hijo'. 1829-1823. Óleo sobre lienzo. Archivo público. Obra colección del Museo del Prado.

Cuánto más la lluvia en el pecho, la puerta cerrada, la casa vacía.

Cuánto más representando arma, abriendo fuego a la cercanía bala brava a quemarropa. 

Quizá olvidé inscripción de peligro, olvidé advertir que no hay camino para quien camina conmigo, que le hago caminar al vacío.

Olvidé decir que la tierra era estéril,
 lo olvidé o lo oculté hasta de mí,
porque me gusta la posibilidad de vida en este mundo inerte, el sentirte conmigo contemplando la nada desde nuestra inherente soledad. 

Olvidé decir que me habitan demonios, que soy engaño, esclavo voluntario del deseo, adicto al goce, ardiente fuego extinguiéndolo todo, olvidé decir que a mi paso no queda nada más que cenizas, que soy origen de todo fraude.

Disculpe que mi disfraz le prometa lo que mi esencia no tiene,
mi máscara es solo máscara, me concede múltiples rostros y se transforma en tu recuerdo,
lo que ves ahora lo podrá contradecir la memoria y mi nombre desvanece en el tiempo tras su pronunciación insignificante.

Soy Loki, soy mancha borrosa, soy nadie, no me culpo ni me justifico, en verdad no conozco mi rumbo, estoy tan perdido como quien me sigue, ni arriba ni abajo, condenado a la eterna búsqueda de las cosas más insignificantes, de lo inútil y lo no trascendental,
porque para mí la promesa es vacía, de futuro nada el siempre presente, aunque sea origen de mis dolores, el siempre presente para jugar con ellos, el siempre presente con la lluvia en el pecho.

Inspiraciones violentas que me cortan el aliento, pero no confunda mi llanto con decadencia, no pretenda compadecerse, aunque la imagen les conmueva, porque no hay derrota donde no hubo guerra.

Y un día las mariposas beberán de las lágrimas y guardarán en una crisálida silenciosa, historias que nunca podrán ser narradas desde la razón.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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