Un día saldrá de mí todo lo que dejaste tirado. Todos los pedazos que quedaron escondidos en los rincones, que aún envueltos en polvo, respiran en mí.
Saldrá el escombro de tus palabras y los ecos de aquellas noches turbias en que derrumbabas todo lo que había dentro mío.
Se exprimirá el pus que habita en mis recuerdos opacos y la ira que, aún hierve en algunos puntos de mi cuerpo, cuando repaso el daño que me provocaste.
Escapará mi aliento alcoholizado de angustia, dejará empapado el cuarto y mi cuerpo se sentirá ligero.
Contaré todas las lágrimas que derramé en tu nombre. Esas que guardo en un frasco que me recuerda lo mucho que cuesta saberme valorada. Las tiraré por la coladera y sus restos serán un charco salado que agoniza.
Algún día podré ver tu disfraz arrugado en una silla y saber que soy más fuerte que tú. Por más pequeña me hayan visto varios ojos.
Despellejaré el tatuaje que me dejó tu cobardía.
Un día, uno que respiro por momentos, sabré bien que fuiste un abecedario de lo que no se debe permitir.
Las cicatrices de mis venas serán tan pequeñas, que el mar de mi sangre las confundirá con corales.
Y desterraré los sismos que me suceden cuando recuerdo lo que fue esperarte noches enteras, pensando que eras alguien que nunca fuiste.
Ese día, en que sabré que tus pasos desesperados por brillar ya no tienen fuerza, ni estilo, ni destellos, brindaré por ti.
Y porque te vaya… Bien. Mal. Como te tenga que ir. Siempre y cuando sea fuera de este cuerpo. Sabré que tu nombre ya no convive con ninguno de mis miedos.
Ese día escribiré por mí. Y por todas las que, alguna vez, también vistieron el traje transparente de la inocencia.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.