Eloísa García.
Difuso. 2020. Fotografía digital.

Mientras los dos sobrevivientes del escuadrón de la muerte pelean el último trago, busco en los bolsillos una moneda para entregárselas y no dejarles la mano extendida. Aguardiente y algo de mona, a eso justo huelen. Llego a Santa Cruz 71, en la San Simón. El depósito que se volvió parada obligada en la rutina que me impuso el año más raro y culero que he vivido. Depósito Portales, cartulinas de color neón anunciando promociones mientras la gente se devora la banqueta. Todos siempre con prisa. Como es normal en esta ciudad. Lluvia tus besos fríos, como la lluvia, dice la canción que retumba en una de esas bocinas modernas con «blútu». ¿Cómo no enamorarse de este lugar? Saco la cartera y pago una Victoria con Clamato. «Hazme valer, mami, esta pinche cruda no se cura sola», y la fórmula mágica que ordeno es uno de los gustos que siempre me van a criticar. Pero, que los haters de semejante combinación se vayan a la chingada, o a Atizapán si quieren, igual es casi lo mismo. 

Un trago y ya me siento poderoso, hasta que recuerdo tu rostro. Sé bien que no tarda en llegar el regaño de la doña porque no debo tomar ahí; pido disculpas y me encamino a un galerón oscuro en la parte de atrás que funge como sala de reunión para la raza que, como yo, busca consuelo y alcohol. En realidad, estoy romantizando un chingo, se trata de una bodega con sillas, mesas y cartones con envases. Siempre llego temprano y huele chingón. Supongo que lo primero que hacen antes de abrir es lavar y trapear porque el aroma es como de ese Fabuloso azul. ¿Mar fresco? No sé. Igual en una hora se va a la verga el aroma, quien sabe, nunca me quedo tanto tiempo como para averiguarlo. Reviso los mensajes en el celular. Como me encanta ser pendejo sin control los viernes por la noche. Creo que voy a pedir otra caguama, pero ahora solita pa’ que estemos iguales. 

Te la pasaste chingón. Anduve leyendo tus tweets y me eché las 45 historias de tu peda en Instagram. De repente, algo me pega en el pecho, y lo primero que pienso es «no mames que ya es hora». Me pongo los audífonos y sintonizo la segunda parte de esta rutina sabatina tan sabrosa y tan mía que no he compartido con nadie. Empieza a sonar Mi razón de ser que, pinche chingón, el maestro Lizandro Meza; y luego retumban Los Pibes Chorros, pura chulada. Escribo el ya clásico tuit a @esamipaw y @laconfirmacion porque sin ellos los sábados del 2020 habrían podido ser fatales en algún punto. Salgo con gafa oscura. Me imagino en que Fisher´s estarás crudeando y me pregunto si ya habrás dejado a aquel cabrón. Te escribo un mensaje que termino borrando. Me despido de la raza del depósito y empiezo a caminar, son dos cuadras las que me separan del departamento, fueron puras pendejadas las que me alejaron de lo nuestro. Al final sigo roto, pero ya le agarré cariño a todo lo que puede significar. 

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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