Gerardo Buendía.
Sin título. 2023. Fotografía digital.

Un día me atreví a cerrar los ojos, a dar uno de esos respiros profundos y soltar tu mano. Amar no es poseer. En el otoño me imaginé en la cima de una colina, rodeada de la nada y del viento, tu olor y hojas secas. Tu y yo. Abrazados por el color que siempre inunda el cielo de octubre: rosa con dorado. Mil noches con estrellas, y un año después, en el invierno decidí abrir los ojos. Di un suspiro. Te habías marchado.  

Leí todo sobre el amor, hice un manual que se clavó en mi mente, y una canción. Amar no es poseer. Pensé que la guerra de los seis años había terminado, que podíamos correr entre la multitud y tú, en tu libertad, siempre volvías a mí. Silencio cómodo. ¿Cómo dudar de esa sonrisa cálida y sincera, mirada noble y besos suaves? Pero, mi intuición me lo decía y yo titubeaba. Porque abría los ojos cuando te besaba.  

Y cuando vuelves a mi mente, revivo las mismas escenas de la película. No es que tenga buena memoria, sin embargo, fuimos tan efímeros que solo eso se alcanzó a filmar. No te miento, te quedaste con lo mejor del libreto. Esas pocas imágenes vuelven una y otra vez. Pero, tú no. Amar no es poseer. Te quitas los lentes. Tu piso, gemidos, botellas de vino, la luz neón, mis Polaroid, tú mismo pantalón, el 7 de agosto y nuestra combinación. Nos dimos un beso después de decir adiós.  

La guerra acabó, pero nadie ganó. Tiraste nuestra película y yo aprendo diario a no verla un poco más. Necesito recordarme que elegiste marcharte y que también está bien molestarme. Amor con amor se paga, acordamos. Lo arruinaste. A veces quisiera odiarte, luego lo olvido, porque tus ojitos tristes nunca han sido mi enemigo. 

 

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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