Gerardo Buendía.
Sin título. 2021. Fotografía digital.

Una tarde en que el aire se respiraba como siempre te fuiste sin decir palabra. Tomaste tus maletas rojas, llenas de llantos y bochornos, y partiste.  

Jamás entendí por qué. No dejaste nota, paradero, huella. Nada.  

De un momento a otro dejé de vivir esos días pesados que compartíamos. Dejé de sentirte en mí. La vida se volvió distinta porque por más que tenerte cerca nunca ha sido un tema sencillo, saberte lejos resultaba extraño. Confuso.  

Se me empezaron a romper los días. Y comencé a extrañar manchar mis sábanas con tus suspiros. A querer sentir los calambres que podías causarme con tan sólo una mirada.  

Por días me sentí media-mujer. Mujer-niña. Mujer que termina una etapa. Comencé a correr por todos lados, con desesperación, para poder saber de ti. Aunque fuera para entender: ¿por qué te fuiste de esta que es tu casa?  

Por noches juré encontrarte a como diera lugar. Bajo la cama. En la esquina de la cuadra. Al otro lado del mundo. Algunas veces quise escuchar la voz de quienes decían que había que traerte de vuelta a la fuerza. Busqué y busqué, hasta oír el eco de mi rabia, que te gritó: «vete pues. No te necesito».  

Pero, llegó el día en que comprendí que quererte en mí y vivir mis días extrañándote no te iba a traer de regreso. Mucho menos el llanto o la ira. Que tu regla siempre fue clara. Si estás, estás. Y si no, pues no.  

Comprendí lo que es no saber lo que tienes hasta que lo pierdes. Y me deslicé por los surcos de la resignación.  

Y fue entonces cuando tocaron a mi puerta. Abrí sin saber quién estaba detrás de ella. 

Eras tú. Y todo lo que te quise decir, preguntar, reclamar por tantos meses, desapareció de mi mente. Sólo quedaste tú y mis lágrimas que te apretaron fuerte.

Sin embargo, unos pocos días después decidiste limpiar todo nuestro desorden y partir, una vez más.  

Hoy puedo ver que tuviste que irte para volver. Para ir y venir al sitio donde te gusta estar cada tanto. Para entender que tal vez tú necesitas más de 28 días lejos de mí.  

Hoy puedo ver que tu periodo lejos de mí tiene su propio ritmo. Y que si me quedo quietecita puede que te asomes y vengas a saludar.  

Que, si te vas, puedo conversar con mi miedo. Cantarle que eventualmente bajarás las escaleras de mi endometrio y regresarás.  

Y que toda, toda tu vida serás bienvenida a este, tu hogar. 

 

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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