Gabriel Amador. 'Una tarde de domingo en la isla de La Madera'. 2020. Cortesía de Gabriel Amador.

Cuando el otoño se acercaba, aun cuando no se sabía realmente porqué, en la vereda de La Madera, del municipio de San Pelayo, nació una niña a quien llamaron Marta, como la mamá.

A eso de las 4 a.m., estando ya en casa, a Marta tuvieron que hacerle un baño de ruda, para aliviar el malestar y la fiebre que tenía. Era un remedio de abuelos, pero efectivo. Ese mismo día en la mañana, le prepararon una infusión de eucalipto y orégano porque tenía gripe. Esas cosas pasan cuando eres de pueblo, y es bello.

Remedios caseros, baños de hierbas, fortalecen el organismo, decía Marta, la madre, mientras mecía a Martica.

Los vecinos llegaron a preguntar por su salud, mientras otros fueron a llevarle regalos como teteros, pañales, toallas y juguetes. Era un pueblo tranquilo, donde la llegada del obispo y de un circo eran motivo para colocarse la ropa elegante de sus armarios. La gente era feliz. Hasta que un día una noticia hizo desaparecer esa tranquilidad. Del cielo cayeron papeles con una información triste y llena de miedo. Una lista de nombres, de primos, conocidos y amigos al lado de una fecha límite.  Quien quiera que haya sido, pedía el desalojo de aquellas personas, junto a la advertencia de desaparecerlos del mapa.

Las personas no salían de sus casas, compraban provisiones para alrededor de 15 días. Siempre era así, sin embargo, no se acostumbraban y no estaría bien hacerlo. La tranquilidad y la intranquilidad no eran amigas, Marta y el mes de abril ya se habían conmemorado.

Aunque ya saben, de las peripecias nacen oportunidades, y en La Madera, no salir de casa obligaba a compartir con la familia, entonces, los juegos de azar salieron del polvo a la mesa, las noches eran momentos de tertulia, en que los recuerdos, las equivocaciones, las tristezas y logros tomaban protagonismo, que por un momento reemplazaban aquella lista oscura. Marta podía vivir lo bueno de aquel otoño de abril.

 

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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