Y de pronto surge la duda:
si uno besa con nostalgia
o más bien ama su recuerdo.
Recordar o ser recordado, es la premisa.
Amar mientras fallece el tiempo.
(Liquidez, sin embargo).
(Causa. Caída).
Y la duda continua,
aunque ya no transparente.
Y entonces llega la pregunta:
cobija uno el mecedor impulso del cuerpo
o, más bien, se marea con el tacto.
Recordarse o recordar algo;
incertidumbre.
Habitar o ser habitado.
Nadie lo sabe.
Y la duda luego se vuelve un calvario.
No sabe uno si baila bajo una lluvia de piedra;
si oculta sus lamentos en esta isla de fuego.
O si sólo se mira al espejo,
queriendo hallar sus fronteras
en la voz rota del otro,
en la pobre certeza del sexo.
[No sabe uno si, en cambio, porta como bandera su tristeza,
su piel como trinchera, quizá escaparate,
quizá periferia;
hacer del cariño una diáfana pérdida,
del hogar una imagen instantánea].
Viaja uno en la ausencia o se ausenta del viaje.
Desnuda uno su apariencia.
Aparenta uno su desnudez.
Nadie lo sabe.
La duda sigue, se detiene.
Ya no sabe uno dónde acaba el placer, por ejemplo,
ni dónde empieza el eco del instante:
vaivén ensordecedor,
sacudida y olvido.
Silencio.
Periférica visión.
Como una avalancha.
No la detiene alguien con su palma.
Extranjeros en el país de la memoria, cada uno.
Nos enamoramos de la trampa. Estamos ligeros.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.