Carola y yo nos lanzamos al olvido como dos gotas de lluvia que caen simétrica y paralelamente acompañadas.
Carola y yo le cerramos la puerta al silencio mientras jugamos a las escondidas con la muerte.
Carola y yo nos reímos a carcajadas, de tal manera que nuestras bocas reparten al espacio pétalos de diversos colores y formas.
Carola y yo nos sentamos a tomar el té de la verdad con dos cucharaditas de melancolía.
Carola y yo somos una y no somos nadie.
Carola y yo adolecemos angustia en forma de espuma de mar.
Carola y yo,
yo y Carola.
Carola no existe.
Tengo los ojos cerrados como si mis párpados sostuviesen las pesas físicas de la existencia.
Con el esfuerzo más decisivo los abro y contemplo de frente mi reflejo en el espejo.
Carola ya no está y con la poca cordura que me queda aprendo a aceptar
la ausencia.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.