Hago dibujos. Es un momento de tensión suprema. Tan tenso como relajante.
Un momento en que lucho porque todo salga bien en la cantidad y la calidad de trazos, busco cierta estética en la forma de la línea, pero también en el conjunto y, al final, encuentro la belleza, la encuentro en menor cantidad que lo esperado, pero la encuentro.
Es una pelea, un combate: estabilizar la frustración y mejorar la técnica. Relajar los músculos, concentrar la energía. Un vaivén de ideas que juegan y se sincronizan, que traspasan al papel por medio de la pluma.
Es como la música, con sus partes vertiginosas y luego calmadas que conforman un todo que se sostiene para impulsar un sentimiento.
Una pieza única que se hace bajo nuestras influencias y a las que se suma el sentimiento del momento.
El dibujo es mi medio de expresión. ¿Qué expreso? Es probable que mi mano y el papel lo sepan mejor. Quizá la verdad está escondida en esa conversación que tienen y mi deber, por tanto, es aprender a escucharla para descifrar la verdad. Entre más charla, entre más dibujos, más verdad.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.