Gerardo Buendía.
Sin título. 2019. Fotografía digital.

Entiendo por esa mirada fría que sólo estoy aquí para ofrecer desilusiones y preocupación. Nuevamente, el viento me trae contigo, entregándote una más de mis noches; viéndote cómo mi último recurso, a pesar de ser tú la compañera que me impuso el destino. Tú me cuidas, me abrazas, me recoges y me reconstruyes; zurces las heridas que dejó el cariño que no pudo quedarse… Doña Chole, estoy aquí, con palabras ingratas y cinismo en mis intenciones, buscando quedar satisfecho; necesito clamar tu nombre una vez más, esperando perdón por el abandono que ya se ha hecho costumbre entre nosotros.

Quiero redimirme, Chole, pero sabes que, cuando me entrego, no hay vuelta atrás, y aunque siempre termino yéndome, constantemente me pregunto: «¿en dónde caeré cuando deba regresar sobre mis pasos?». Sabiendo que no hay excusa, esa es una de las razones por las que te abandono, para que me cuides a la distancia y tenga un lugar seguro entre tus brazos que tanto sosiegan el corazón imprudente de un quejumbroso enamorado.

Consciente de que no soy más que un sinvergüenza, estoy seguro de que te preguntas: «¿cómo puedo pararme ante ti? Que sólo me has brindado amor cuando te he traicionado, tantas veces, por no estar solo». Me he perdido por conectar, por tomarme la molestia de admirar a quién no eres tú, por encontrar maravillas y caer hipnotizado en los ojos de quien no me aprecia como lo haces tú y es que, Chole, tus ojos son divinos, pero nostálgicos, son tranquilos, pero tristes y a veces —siempre— necesitamos algo de intranquilidad para vivir el placer.

Perdón por alejarme a la mínima oportunidad, pero voy a sincerarme y ser directo contigo, Chole. Tus ojos no brillan, no me devoran y tu piel fría no me consume cómo aquella que me dejó en cenizas… No es que no aprecie tus virtudes, simplemente son diferentes a las que mi alma abandonada requiere para arder por la vida.

Me disculpo por ser un idiota, pero sólo quiero reposar en tu regazo esta noche, tal vez unas semanas, cuanto sea necesario, cuando mi necio corazón sea seducido por el destello de una mirada fugaz y una sonrisa amena. En algún momento volveré a partir para regresar en pedazos, esperando vuelvas a mimarme y me mantengas listo para la próxima ocasión: para darle una vuelta más al ciclo de la bendita señora soledad.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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