Gabriel Amador. 'Dual'. 2017. Fotografía digital.

Carlos nació en pleno centro de ciudad. Pobreza, ese fue su común denominador hasta que decidió poner manos a la obra. Estudiar durísimo, correr al trabajo, llegar a casa. Parece fácil, pero cuando le quitamos el filtro, vemos su panorama: violencia, golpes, gritos, bebida, robo, castigo, engaño, disparos, muerte. Opresión, ignorancia, odio, agresiones. Cansancio.

Sobrevivió. No sólo eso, alcanzó para salir huyendo.

La parte buena de una ciudad tan grande es que hay espacio suficiente para escapar como si se mudara a otro país, incluso tratándose de unas cuantas calles en realidad. El panorama cambió, el paisaje y la pesadez se apartaron unas cuantas cuadras al oeste. Hubo oportunidad, un sueño casi intocable de alivio se presentaba con forma de apartamento para dos en un tercer piso.

La parte mala de una ciudad tan grande es que puede consumirte de formas insospechadas, como a Martín, el día que caminó demasiado tarde para disfrutar las calles en lugar de usar como de costumbre el transporte público. Un robo, una navaja y un puñado de nerviosismo concentrados en una sola acción fueron suficientes para que se convirtiera en una nota rápida transmitida en las noticias de las ocho: consumido hasta el olvido.

Su vida no fue fácil. Sin embargo, bajo otras circunstancias, habría sido tratado de diferente manera.

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Carlos creció bajo la sombra de su familia, afamada, adinerada. Reconocida nacionalmente, poseedora de preseas, nombramientos y propiedades. La vida le sonreía. Una de esas sonrisas que ves por la calle y se hace mil veces más por inercia que por gusto.

Era casi transparente, hasta que comenzó a ser él mismo. Fue necesario demostrar que uno es más que un puñado de números en cartera para obtener una bocanada de aire puro: libertad.

El trabajo duro se convirtió en costumbre, el sentido y las metas comenzaron a surgir. Pelear por lo justo se volvía su insignia aprovechando todos los recursos, todo el apoyo: clubes, escuelas, cursos, conferencias, viajes, reuniones, vacaciones. Reflexiones, atenciones, beneficios. Ideales.

Le tomó tiempo creer que existía (existe) un mal allá afuera: destrozar el filtro que le imponía su calidad de vida y reconocimiento con los que siempre contó.

Volverse una figura pública en medio de actos de protesta comandados de lejos implicó un riego al salir a las calles y su posterior gran final (e inicio): la muerte se lo llevó bajo un crimen a todas luces y el público enardecido acudió al llamado.

Incluso muerto, era la razón de lucha contra una de las injusticas más grandes llevada a cabo desde los tiempos lejanos: arrebatar una vida. Se combatió por una razón suficiente, la caída de un ser valioso, tan valiosos como los otros. Un movimiento extendido a lo largo y ancho del globo.

Se combatió violencia con violencia.

Su vida no fue fácil. Sin embargo, bajo otras circunstancias, habría sido tratado de diferente manera.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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