El término Hip-Hop hace referencia a un movimiento adaptado por muchos como un estilo de vida. Fue fundado por afroamericanos en la década de 1970 para visibilizar a los jóvenes talentosos de comunidades marginales que manifestaban su disconformidad hacia la represión del estado por medio de la música, el baile y las artes gráficas.
El rap funciona como discurso político de resistencia y crítica social porque evidencia las condiciones precarias que enfrentan diariamente los jóvenes de comunidades marginales.
El rap se genera como una necesidad de manifestar la condición específica del gueto neoyorquino. Esto implicaba demostrar que no todos los jóvenes que vivían en áreas urbanas de escasos recursos eran delincuentes. Hay un gran número de personas que cometen crímenes, utilizando el rap para enaltecer la vida criminal y llevando a cabo todo lo que la fantochada trae consigo. Sin embargo, otros preferían rebelarse ante lo que veían como el origen de la existencia de los peligrosos suburbios de la ciudad: el estado, que juntaba a los inmigrantes y a los afroamericanos en un sólo lugar debido a las ideologías pigmentocracistas arraigadas en los mandatarios de ese entonces. Este hecho es un vestigio de las Leyes de Jim Crow (1876) —promulgadas por legislaturas estatales blancas que permitían la segregación racial de jure—, abolidas en 1965.
Además de haber sido una forma de manifestar la realidad cruda, el rap también permitía escapar de ella. Un ejemplo de esto es cuando se realizaban las block parties —fiestas públicas en donde se congregaban los habitantes de un mismo barrio—. Los raperos eran los anfitriones de estos eventos clandestinos, contando con la participación indispensable de los DJ. Estas fiestas realizadas al aire libre permitían dos cosas: apropiarse de la identidad Hip-Hop junto con todas sus manifestaciones artísticas e ignorar brevemente al estado paupérrimo de los barrios neoyorquinos. Buscar una forma momentánea de apartar la vista de los hechos y también evidenciar los atropellos del sistema han sido una necesidad no sólo en Nueva York, sino también en otras partes del mundo como el Medio Oriente.
Ciertamente, las guerras y el extremismo religioso han dejado una cicatriz muy profunda en los países mediorientales, siendo estas dos características la única referencia que gran parte de la población occidental tiene acerca de la cultura árabe. Muchos jóvenes deciden dedicarse al arte para escapar de la realidad bélica en la que se encuentran sumergidos. Este suceso ha permitido utilizar el arte para otros fines, como cambiar la visión que se tiene del Medio Oriente y mostrar una cara de la cultura árabe que poco se conoce. Sin embargo, algunos mandatarios musulmanes no están de acuerdo con ciertas manifestaciones artísticas, entre ellas, el rap.
Algunos países mediorientales se caracterizan por manejar políticas teocráticas que limitan la libre expresión. Manifestarse en contra del gobierno puede acarrear censura, vigilancia e incluso la cárcel. Transgredir los principios islámicos es sumamente arriesgado y es por esto que algunos jóvenes de estas regiones han decidido utilizar el rap como arma ante la subyugación. La desigualdad, la pobreza, la educación y la censura son los temas predominantes en la lírica del rap árabe, especialmente el marroquí. Los raperos marroquíes se han dedicado a expresar desacuerdo con las condiciones indignas en las que se encuentran inmersas algunas poblaciones como las mujeres y los jóvenes.
Queremos que sientan la situación por la que estamos pasando. Que sepan que somos pacientes, pero, cuando nos rebelemos, nuestra revolución durará hasta la tumba. No somos ovejas ni ustedes nuestros carniceros. Los hemos descubierto, traidores. Sus palabras son traicioneras. Díganme cómo se sienten cuando ven a jóvenes sin nada que hacer, con años perdidos en las cárceles en el extranjero, nuestros hijos en las calles drogándose y nuestras hijas en la prostitución (Muslim, 2014, pista 1).
Marruecos se ha negado a recibir influencia occidental. Es por esto que su cultura se mantiene leal a lo tradicional, a lo dogmático e ideológico. Almeida (2017) afirma que el gobierno ha utilizado un mecanismo de instrumentalización de la cultura, contra lo que los jóvenes árabes se manifiestan y rapean, pues han asumido una posición progresista con respecto a las políticas implementadas y están seguros de que estas no dan paso a la libre expresión. Este hecho impide el desarrollo de una personalidad auténtica, ya que la cosmovisión musulmana se convierte en una condición para vivir en Marruecos. Los raperos marroquíes que han hecho público su trabajo han sido censurados —como es el caso del grupo L’Bassline— o, incluso, han sido encarcelados —como ocurrió con el rapero Mouad El Haqed.
A pesar de que en el Medio Oriente el rap femenino aún no se ha hecho público, en América Latina las mujeres se han apropiado del género. Ellas, al ver que el rap es una manera contundente de manifestar ideas y posturas, no dudaron en utilizarlo como medio para tratar temas que no se tocaban con mucha frecuencia en el rap tradicional. La desigualdad de género, el feminismo, el patriarcado y el machismo son algunos de los asuntos que tienen en cuenta las mujeres cuando rapean, sin dejar atrás las constantes en la lírica tradicional como la desigualdad social, la injusticia, la violación de los derechos y el abuso de la fuerza pública (Agredo, 2014).
Las mujeres que son parte de la escena Hip-Hop de Colombia reconocen al rap como un instrumento político y social que utilizan para el empoderamiento femenino y la transformación colectiva. Resignificar la imagen y eliminar el estereotipo femenino en un país como Colombia no es fácil. Sin embargo, en el rap pasó de ver a la mujer como un ser delicado para empezar a distinguirla por su forma de resaltar los problemas sociales como no se había hecho antes. Para esto, evidenciaron la construcción social impuesta por el patriarcado y como este le ha asignado un rol a la mujer asociado con el servilismo, la domesticidad y la maternidad; un rol que las obliga a mantenerse ajenas e indiferentes con respecto a los conflictos de las comunidades.
Pero mujer nací, en un mundo pa’ machos, de güevas, de pantalones, de golpes, de maltrato, de infidelidades, de irresponsabilidades, de guerras, de multinacionales, pero mujer nací, en un mundo de varones, donde a cada uno, siete esclavas corresponden, la propiedad del alma, sin respeto de nada (Avella, 2010, pista 1).
Otras raperas colombianas han utilizado elementos de la fantochada en el rap para normalizar el gusto de las mujeres por los lujos y el sexo por placer, tema que para muchos colombianos es un tabú. Desmitificar estas cuestiones ha sido la misión de algunas raperas. Para ello, se invita a las mujeres a no sentir retraimiento por esos deseos que socialmente se consideran masculinos; a ser dueñas de su sexualidad. Paucar, en 2012, compuso: «Yo quiero un hombre que ponga todos sus bienes a mi nombre, que todo lo que yo diga o haga lo asombre. Se sepa el Kama Sutra y no se agite en la cama» (pista 3). Los roles sexuales socialmente asignados se invierten en las canciones para dar paso a una situación hipotética en donde la mujer cumple el papel masculino. Esto con el objetivo de redefinir el papel de la mujer en Latinoamérica.
Muchas personas han relacionado en algún punto de sus vidas a la cultura Hip-Hop con el vandalismo y las excentricidades. Pero el rap y la cultura Hip- Hop a la cual pertenece nacen para generar consciencia; sacar a flote las verdades suburbanas y nacionales; levantar la voz ante las injusticias y apartar la vista momentáneamente de la realidad agobiante. Con respecto a esto, notamos cómo los problemas públicos tienen más peso en la lírica del rap que lo individual. Es por esto que un rapero toma la posición de sujeto político al momento de componer e interpretar sus obras.
Un discurso político, muchas veces, busca el bien común; la convivencia. Esta es la razón por la cual en el rap se habla de utopía; de un mundo en el que la equidad y el respeto prevalezcan sobre el racismo, la xenofobia, el machismo y la desigualdad social.
En síntesis, un joven que decide ser rapero asume el papel de sujeto político al responsabilizarse de las quejas colectivas; al reconocer cuál es la realidad sobre la que está reflexionando y mediante qué clase de acciones organizadas actuará —el rap en este caso—. El rapero prioriza los problemas de su comunidad en la lírica y esto es lo que lo lleva a dar discursos políticos. El rap es la voz de aquellos que buscan sembrar consciencia evidenciando injusticias y atropellos, dando ventaja a lo público sobre lo individual (Agredo, 2014), teniendo como objetivo la transformación social.
Referencias:
Almeida, C. (2017). Rap Beyond Resistance. Londres, Inglaterra: Palgrave Macmillan.
Agredo K, (2014). Con los lentes de la ciudadanía democrática para analizar la constitución de sujetos políticos en cantantes de rap pertenecientes al movimiento hip hop de Cali. Prospectiva: Revista de Trabajo e Intervención Social no. 19, 85-102.
Muslim. (2014). Al Rissala. En Al Tamarrod, Vol. 2 (Al Rissala) [CD]. Tánger, Marruecos: KaCheLa Records.
Dianna Avella, Dj Luigi. (2010). Nací Mujer. En Nací Mujer [Digital]. Colombia: La Cuadra Entretenimiento.
Farina. (2012). Soñar No Cuesta Nada. En Del Odio al Amor [Digital]. Pereira, Colombia: El Ritmo Records.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.