Carolina Navarrete. 'Sin titulo'. 2020. Fotografía digital.

Uno de los principios que establecen muchos de los teóricos es el del nivel de vida digno. Más que principio teórico, un estilo de vida digno es un derecho universal. Éste, gracias al neoliberalismo, está íntimamente ligado a nuestro nivel socio económico. Y dado que las brechas sociales entre los estratos son cada vez más grandes, lo es también la posibilidad de acceder a una vivienda digna.

Aunado a esto, está el hecho de que, en el mercado actual, aún siquiera teniendo la posibilidad de adquirir una vivienda, esta no nos garantiza que sea habitable, ni por lo menos digna. [Volvemos al caso]. Evidentemente el voraz capitalismo lo único que busca es generar más y más. Sabemos de antemano que la imagen de la ciudad depende absolutamente del sistema económico y tenemos claros ejemplos de ello: colonias que de a poco van desapareciendo y que son sustituidas por otras con mayor plusvalía, gentrificación, desaparición o, mejor dicho, sustitución de construcciones, ampliación de zonas periféricas, algunas ejidales, en las que ahora lo único que se siembra, son modelos de vivienda pobres —y no por su costo— donde la vida del mexicano se desarrolla día con día.

La falta de comprensión sobre la naturaleza compleja de procesos sociales, nos impide ver la arquitectura como uno de esos procesos, que se componen de hábitos, conductas, expresiones e intereses propias de una cultura en específico.

Dicho lo anterior, lo primero que deberíamos hacer, para saber cómo es el nivel de vida digno para una sociedad, es conocerla: cómo vive, cuáles son sus intereses, sus preocupaciones, sus carencias, costumbres sociales, historia, etcétera. Si queremos saber cómo construir para un mexicano promedio, es necesario saber cómo es el mexicano, evidentemente no basta con ser uno; y, estudiándolo más a fondo, tenemos que entender quiénes somos analizando nuestro pasado.

¿Cómo vamos a saber quiénes somos ahora si no entendemos quienes fuimos en el pasado? ¿De dónde se originan nuestras tradiciones, o por qué la gente se comporta como lo hace ahora? ¿A qué se dedican los mexicanos? Y, sobre todo, claro está, cómo viven, cómo se ha ido desarrollando la vivienda con el paso de los años, y como se ha ido conformando la ciudad.

Para el caso de vivienda social, probablemente no sería necesario analizar la vivienda en todos los estratos de la sociedad, pero yéndonos a un panorama más amplio, tenemos el deber de conocer todos los niveles en que se vive.

Analizando el proceso histórico de la vivienda, ya lo decía Joaquín Antonio Peñalosa:

La casa era un universo, por el despilfarro de piezas, patios y corredores; por la holgura donde todo cabía en un adecuado sitio: personas, animales, vegetales, y cosas; por la multiplicidad de funciones, un poco hospedería, taller, almacén, arca de Noé, invernadero y, lo que quizá más se añore, la casa tenía un rincón para la intimidad, un rincón donde uno podía perderse sin que lo hallaran.

Luego de pronto, sin decir ahí va el golpe, llegó el cemento armado, el imperio del yeso y del tabique, los elementos prefabricados, los camiones materialistas, los industriales de la construcción, la furia de los fraccionamientos, las revistas norteamericanas de la arquitectura y otra docena de plagas que de la noche a la mañana cambiaron de raíz el hábitat del mexicano.

Si nos ponemos a pensar esto sólo se refiere a la casa, y muchos se sentirían identificados con ello —probablemente no mi generación, pero sí la de mis padres o abuelos—ahora la pregunta es, ¿cómo proyectar una vivienda para los mexicanos? Entendiendo desde luego, que ya no se vive de esa manera, que existe un constante cambio, que lleva años ocurriendo y no va a parar.

Hay que conocer el pasado, para partir de ahí y construir el futuro. Entender las necesidades actuales, y satisfacerlas, pero también entender los problemas que, en un futuro, según nuestro desarrollo, existirán.

Son muchos los enfoques que la vivienda social puede tener: económicos, de dignificación de la sociedad, políticos, de seguridad, psicológicos, entre otros. Es nuestra responsabilidad, así como la de los doctores salvar vidas, entender y dignificar la manera en que los mexicanos viven actualmente. Aun así, casos específicos de grupos de ellos y proyectar algo que se adecúe a esas maneras de vivir. El reto, ya que el modo de producción así lo requiere, es que el modelo por lo tanto pueda ser adaptable, flexible y universal.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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