Uriel Ramos.
Debajo del agua. 2021. Fotografía digital.

La sorpresa es aquella virtud de la vida para esperar lo inesperado, sin siquiera saberlo, es encontrar en ti al ego y descubrir lo que te oculta. 

El descubrirte es un acto de valentía; mi ego es el encargado de disfrazar este amor y llamarlo miedo. Miedo a todo aquello que ya sabes que es, fue y, lo peor, al no saber que será. 

Así es como el corazón tiene razones —que la misma razón no podría entender—. Así es como entendí que sigo enamorado del imaginario de ti, pero que ya no eres tú. Y, sin embargo, sigue respondiendo a tu nombre.  

Fue entonces cuando coincidimos, una vez más. El viaje había comenzado, la duda de ir y subirme a ese barco que pareciera no tener norte, el miedo de quedarme y perder la razón en lo que hasta ahora conozco como locura. Adentrarme en un viaje de un demonio ya conocido; lo peor, haber creído en su muerte. 

Es ir a este viaje lleno de máscaras y pachucos. 

Es ir y no decirte que tengo miedo. 

Es ir y no decirte que estoy perdido. 

Es ir y fingir.

Es ir y preocuparme por el pasado. 

Es ir y querer detener el tiempo.

Es ir y quizá perder lo que hasta ahora he creado. 

Es ir y volver a empezar.

Es ir y no contarte la verdad.  

Es no ir para no mentirte.

Es no ir para seguirte viendo. 

Es no ir para escucharte más veces. 

Es no ir para recordarte.

Es no ir por esperar nuestra coincidencia. 

Es no ir para encontrarte en aquel laberinto. 

Es quedarme aquí, esperando… 

Es quedarme allá, perdido… 

Es quedarme… 

«Son estos mis brazos tercos
negados a olvidarte».

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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