Gerardo Buendía.
A.A. 2023. Fotografía digital.

Sobre el glamour ansioso de la tarde
aparece la memoria derretida.
A lo lejos alguien llora
sin otear siquiera sus desvelos.

Ella sonrió sin querer.
Las viejas presencias, sin embargo, giran,
han roto el pétreo oleaje de la aurora
con su lento baile.
Alguien canta.
Sigue ella caminando, atravesando abismos tristes,
tal vez suyos,
quizá de nadie.

Pensamos en el destino, en el accidente,
como collage del tiempo
sobre arena dentro de un vaso de vidrio.
Nunca supimos que escuchamos, pues,
dentro nuestro.
Cambiamos de tema.
Y las voces raras a la distancia se levantan,
hacen surcos
sobre el organismo;
música de fondo, allá
nuestros recuerdos,
y el reloj que se pasea
alrededor de la idea de poder estar de pie
aunque nos pueda el cansancio.

Nos traspasa el aire, el fuego;
hay en la mesa una burrata:
platillo de quimeras
adornado de falsos objetos de porcelana rota.

Fue el entreabrir de ojos, el espacio.
Sólo pasó. El eco. Ríen afuera.
Ella pensó en el universo.
Viaja a algún lugar al escucharse.
La taza encima del periódico:
la misma noticia, el mismo agobio.
Ambos dibujan sobre el rosal
su sueño de cristal:
la mañana como escenario
donde se desdobla
el amor y la ausencia.
Aparece en el atisbo un paisaje al óleo.
Se esfuma
al dibujarlo
en el jardín.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

Suscríbete

NEWSLTTER