[Nadie pudo verlo, pero ahí estaba,
concurrente,
con las escamas secas,
el corazón ensimismado].
Niño, corre, vete lejos.
El tiempo casi llega.
Llévate tus juguetes:
el muñeco de plástico,
el reloj de cemento;
lleva contigo algunas flores,
tu ciudad de hielo;
guárdate una pizca de inocencia
para volar cuando haya ruido.
Niño, no llores, empaca rápido.
El amor va que vuela.
Niño, corre, corre, corre.
Es que está por cruzar la puerta.
No. No. Por favor, no gastes agua,
mejor baila para que llueva.
Recuerda tu sonrisa, niño.
No olvides tu estirpe.
Luego te lo cuento.
Creo que quiere herirte.
Es decir, recordarás este momento,
te perseguirá toda la infancia.
En otras palabras, quizás no te des cuenta,
sino hasta que te caigas
sobre esas raras voces
con forma de espiral. Ah.
Bueno, sigue con eso. Si.
Pero, ten, llévate también estos sueños,
ponlos en tu caja de madera,
guarda también un amuleto.
Ah. No. No te preocupes por la escuela.
Tan sólo sal corriendo,
busca un sitio seguro,
persigue pues el horizonte
hunde tu palma en la arena.
Lo hallarás en tus ojos.
Un instante, si, tal vez mañana.
Pero, no pares. Anda, corre. Corre.
Más rápido. No te despidas.
Tú te darás cuenta un día.
Tejerás tu nueva casa,
hablarás nuevos idiomas,
bailarás con esas sombras.
Ese es el momento.
Hey, niño, corre, vete lejos.
Corre, que te digo.
La publicidad casi te alcanza.
Por favor, no dejes que te nombre.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.