Querida.
Te extraño.
Te amo.
No sabes cuánto.
Y es raro.
No me duele perder mi sitio
ni ser olvidado por la gente
que alguna vez me quiso
en esta oscuridad.
Ni siquiera me duele la distancia,
el estrecho paso entre mi aurora
y todo lo otro;
las sombras de plástico me arropan,
esa familia que se fue;
esas voces de cuando éramos niños
y jugábamos a permanecer
abrazados.
¿Por qué?
Resistencia.
Me desintoxico.
Ahora
sólo me duele tu recuerdo:
la espesa marca del dolor
impresa en el tiempo
que no pudo ser
porque no supimos cómo.
No supe quererte estando roto. O más bien abrazar tu ternura.
Claro, mis demonios, reverberan.
Me dejé llevar por el eco,
la aguda tristeza
envuelta en barro
y hoy que vuelvo
por alguna razón tú ya no estás.
Estás tan rota,
tan temerosa. Tan hermosa.
Te pasas el día dándole vuelta:
esa vida no volverá.
Y quizás no vuelva.
Perdona mi ansiedad.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.