Gerardo Buendía.
Sin título. 2022. Fotografía digital.

[1]

Desde hace unos días he estado pensando en el papel nodal que juega una persona para la vida de otro. Como si el presente fuera una especie de producto del buen manejo de una mirada, una caricia, una palabra, una sonrisa, un beso o un alma encontrada en medio de la nada. Una especie de obra de arte pictórica. 

Imagino cómo el artista piensa en pintar sobre lienzo o madera, cartón o metal. Todo dependerá de sus experiencias pasadas, de su formación, y de sus obras exitosas o fallidas. Una vez que haya elegido la base de su obra, debe tener el mayor cuidado posible en la elección de su pincel; sintético o natural, delgado o grueso, plano o de abanico. Al mismo tiempo de todo este proceso, no debe de perder de vista la inspiración que lo llevó hasta ese momento, la idea primera que dirigirá cada trazo y cada color, el sueño buscado que mezclará cada color, el deseo más vivo que se vivirá frente a frente. 

Cuando lo decide, tiene que cuidar la cantidad de pintura que desea tomar, un poco de rosa y un poco de amarillo para el color del atardecer; un cielo que cambia y se distorsiona a cada segundo que pasa. El artista cuida y piensa cada trazo que le permita más o menos luz, más o menos textura, más o menos realista. La obra resultante es el producto de cada acción cuidada, y justamente eso es el presente. En algún punto de nuestra vida somos artistas que se preocupan por dibujar un perfecto y soñado presente, y en otro punto somos obras cuidadas y detalladas. 

[2]

Desde hace un año elegí al artista de mi vida, aquella persona que piensa con cautela y dedicación las caricias que dibuja en el lienzo gris de mi rostro, me brinda luz en los días más oscuros y cuida la textura de mi piel con cada beso que dibuja en mi mejilla, cuello, boca o cuerpo; el lienzo siempre es infinito. 

 

[3]

La ventaja de esta analogía es el final. Cuando un artista termina una obra siempre piensa que no es perfecta; siempre necesita más caricias, más palabras que abriguen y más abrazos que calienten, más risa, más lágrimas. Porque una obra es tan imperfecta, como ganas de mejorarla tenga el artista. Pienso que la vida se trata de esto: pensarse como artista y obra al mismo tiempo. Amar y ser amado. Ese es el secreto que permite la perpetuidad de un sentimiento tan efímero en la vida.

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

Suscríbete

NEWSLTTER