No todo lo que se escribe en verso es poesía,
como no toda la poesía habida cabe en un verso.
Porque a veces para hacer poemas no bastan las frases, las imágenes ni los besos,
pues,
hay poemas que no se escriben, o se dictan o se pronuncian con el tacto.
(Parece que ellos no lo saben).
Ecos raros. Silencio. Artefactos, al fin y al cabo.
Es decir, existen sólo porque dos o más presencias
alrededor
se instalan
para develar su forma abstracta
(nunca para heredar su jugo
ni compartir su sustancia).
Contenido + Ritmo = Un poema de poemas. (Un poema largo).
Si fuera fácil cualquiera podría nombrarse poeta, claro,
ir a fiestas, beber un rato, llorar un poco
y redactar luego su experiencia
como una lista de supermercado.
No. No. No.
Tampoco bastan las palabras, mucho menos decoraciones
ni historias ni fronteras ni fábulas random.
Por ejemplo, cualquiera puede escribir:
«pululante oteo
en la otredad
se revela».
En lugar de decir:
«vi revelada mi condición de extraño;
preguntaron ellos:
¿Por qué no había venido antes?
Yo no supe si se referían a mí».
[Como sea. Vuelvo al origen. Vuelvo al desvelo]
[epílogo-encuentro-persona-anclaje]
De cualquier forma, hay cuatro clases de poetas:
deambulan, van, allá-vienen.
Más vale un resumen:
En primer lugar están quienes escriben.
Como si el acto mismo de escribir fuera sagrado, sinónimo
de crear, profundizar, conducir, depurar, sostener, quebrar, dilucidar, habitar, desvanecer, y tantos verbos, todos reunidos. Hipo compuesto, siempre hablando de sí.
Como sea.
Los segundos, cavilo, más bien danzan en la orilla
disfrazados de lenguaje, como caminando sobre la ola, esparciendo tropos y atavíos
a cambio de dulces.
Escriben a mano, la mayoría de ellos con pluma fuente.
En sus cuadernos y fotos pueden leerse (poemas como):
«una especialidad matérica, de voluntad pétrea,
confinada por dos pares de horizontes.
Allí instalé mi mirada».
Bien pudiendo escribir: «me quedé ‘wachando’ el cuarto de concreto».
La tercera clase publica poemarios, por supuesto,
como fingiendo que han encontrado la clave para describir el mundo.
En otras palabras, adjetivar su objeto
para dar cadencia a su decadente atisbo.
Pero, oye, ahora imprimen libros de fábulas. Ah.
Ah, si, la cuarta clase, sin embargo. ¿Verdad? No me olvido.
Esa clase sólo se burla de las tres primeras, ya lo he dicho antes.
No escribe, se deja escribir.
De vez en cuando desnuda la inutilidad del vacío.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.