Ojalá un día —en tu vorágine— mires en retrospectiva
las veces que nos condenamos
por intentar estar despiertos toda la madrugada
buscando caracoles.
Ojalá en ese instante recuerdes
el nombre que pronunciamos sobre la cama
para reconocernos a lo lejos,
la promesa que nos hicimos para cuando viejos
aún sabiendo que las espinas deambulaban a contracorriente
sujetándose del equipaje.
Ojalá me pienses tanto
que por un momento mis labios toquen tu voz,
y una risa invada tus adentros, claro,
y corra una lágrima cristalina por tu aurora
para que sepas que quiero llorar también y hacerlo contigo
aunque la muerte me deshaga
al ofrendarte mi trayecto.
Ojalá adivines el paisaje —si—.
Cómo si te vieras al espejo.
Que te resulte fácil imaginar el aquí y el ahora
de haber capturado monstruos
entre sombras
contorneadas por concreto fresco y cuerpos de agua.
Ojalá entonces te sumerjas, te dejes caer solamente
y así percibas mi amor flotando
sobre la tempestad del tiempo vacío.
Te susurraré suavemente.
Cómo aquellos domingos
que quise durarán para siempre.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.