Quién lo diría,
extrañar las prisas que nos desgastan día a día,
escuchar las aves cada mañana en continua alegría,
prestar mayor atención a nuestro inexplorado interior
porque se nos ha vetado el acceso al tan concurrido exterior.
Y mientras unos exponen sus tan cómodas vidas,
otros desearían no extrañar al día un plato de comida;
y el aburrimiento les abruma y creen empezar a enloquecer
o en calles tratan como sea de evadir la muerte y así un pan merecer.
Y la muerte, quien lo diría, llegaría como una fugaz ironía
mientras para otros es un simple rumor de su compañía,
para muchos el tan esperado fin del mundo llegaría
llevando en sus cabezas la idea de que esto en verdad ocurriría.
Entonces el fin del mundo existe, ocurre cada día y no respeta
color de piel, ideología, nacionalidad, religión o profeta.
Más bien dejar de pensar en ello y empezar a vivir sea la meta.
Empezando a construir lo que algún día será el nuevo mundo para generación venidera.
Cuidando nuestro entorno poco a poco para así enmendar
tanto daño que año tras año hemos logrado ocasionar.
O quizás nuestro mundo empezó a cuidarse de nosotros
al no soportar más nuestra ambición por lo no valioso.
Al igual, sigo con la certeza de que su fin no es extinguir esta forma de vida. Así como nosotros la necesitamos, ella nos necesita.
Pero, como buena madre, de alguna manera actualmente nos invita
a tomar consciencia de eso que nuestras vidas necesitan.
Da tú mano no mires a quien.
No juzgues, no tienes porqué.
La vida te necesita, ten en cuenta,
cada gota de océano cuenta.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.