Gerardo Buendía. 'Sin título'. 2020. Fotografía análoga.

El nuevo fantasma que recorre el mundo surgió de una manera inadvertida, poniendo a todos los gobiernos de espalda contra la pared. Ante la nueva amenaza biológica no se tenía arma alguna para combatirla, y hasta la cúspide del capitalismo se hallaba vulnerable a las consecuencias económicas derivadas de esta extraña guerra.

A la embestida del nuevo virus se opuso primeramente una estrategia sanitaria, pero ante la debilidad de los sistemas nacionales de salud se impuso un enfoque rígido de control social. Esto ha creado un robusto debate al interior de las ciencias sociales; por un lado, hay quienes señalan una «reinvención del comunismo», explicado con una metáfora de la cultura pop, y quienes contraargumentan con la sofisticación de un nuevo sistema de vigilancia informática, el cual elimina cualquier rastro de privacidad por medio de los convenios gubernamentales, culminando con la apreciación de Chul-Han y el sistema chino.

«China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza», dice el filósofo y ensayista Byung-Chul Han. Sobre lo anterior, coexisten posturas filosóficas semejantes o excluyentes con una característica en común; el futuro inmediato, preñado de incertidumbre por la nueva normalidad el mundo. ¿Cómo será esta adaptación con lo que se va quedando atrás? ¿Surgirá algún cambio duradero? La apreciación de la realidad en medio de esta pandemia tiene diferentes interpretaciones.

José Ortega y Gasset escribe en Unas gotas de Fenomenología un relato en el cual la percepción de la realidad se diferencia dependiendo del lugar desde el cual se observa. Se narra la agonía de un hombre gravemente enfermo, acompañado por su esposa, un médico que toma sus signos vitales, un periodista que relata el suceso y un pintor que retrata la escena. Sigamos la analogía. Todos presencian el mismo suceso. Sin embargo, éste (la agonía de un hombre) significa para cada uno de los presentes algo distinto. La diferencia es tanta entre lo que es para la mujer atravesada por el dolor, y para el pintor impasible, que pareciera que presencian dos hechos completamente diferentes. La esposa no sólo atestigua sino que vive el suceso a través del vínculo sentimental; el médico se encuentra más distante porque para él se trata de un asunto profesional, no está cegado por el dolor y la angustia presentes en la mujer y de un modo distinto él también experimenta la tristeza del acontecimiento aunque sus reacciones no parten de un vínculo emocional, si no de su esfera profesional; el alejamiento del reportero es mayor, está tan distante que se pierde más el contacto sentimental, permanece como profesional, pero sin intervenir el en suceso, como sí lo hace el médico, y registra el hecho para poder compartirlo con sus lectores; por último, el pintor participa de la escena en actitud contemplativa, el dolor interno queda fuera de su percepción, sólo atiende a lo exterior, a las luces, a las sombras, a las composiciones cromáticas.

Este relato contempla una asociación muy parecida a la realidad vivida en estos momentos, los diferentes puntos de vista afloran intempestivamente en la sociedad. El dolor físico y emocional de las personas que sobreviven al virus es comparable con la percepción de la mujer del relato, sobre todo por la impotencia ante el enemigo invisible.

El rol jugado por los médicos se presenta de la misma manera, sólo que ahora se mezcla con miedo por el rechazo de individuos o grupos de ignorantes. Por lo que al periodista se refiere, este representa la posibilidad de que el más amplio conjunto social se asome a la pandemia y actúe en consecuencia. Finalmente, la visión más lejana producida por el pensamiento ficción produce una fenomenología contradictoria que agrupa tanto a personas que se resisten a la disciplina gubernamental y buscan alternativas viables, como a simples individuos acorazados por la ignorancia y la irresponsabilidad, negacionistas de fin de semana festivo, que provocan endurecimiento de las medidas de gobernabilidad.

A estas alturas de la pandemia, la única fórmula de combate confiable con la que contamos es la combinación del confinamiento-distanciamiento social-control de emisiones de saliva. El aprendizaje personal principal que se logra tener con este nuevo enemigo es el hecho de reafirmar que la humanidad no tiene esta superioridad sobre toda la naturaleza, y que nuestras sociedades están lejos de brindar la seguridad sanitaria indispensable para la preservación de la especie. La adaptación a esta nueva manera de vivir pasa por revidar críticamente nuestras rutinas, desde el hogar hasta la vida pública. Tal vez así sea menos frustrante el aprendizaje al que habremos de someternos para arriban a una nueva «normalidad».

No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.

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