[Introducción]
Desde hace algunos años, el diseño gráfico ha adquirido una enorme relevancia. En el mundo se consume y se producen artes de diseño en cantidades meramente irreales. Su relevancia ha radicado, primordialmente, en que las dinámicas actuales están estrechamente ligadas con lo visual, con las apariencias, con fachadas que esconden detrás suyo una esencia, una narrativa, un producto, un personaje; porque es lo que vemos primero normalmente: una cuenta en Instagram, un logo, un objeto, un algo presentado, de pronto abstraído o sacado de su contexto real. Nos enamoramos, por ejemplo, de una imagen-objeto comúnmente. Nos gusta alguien porque es guapo, porque viste bien, porque cualquier cosa. Siempre adjetivamos. Solemos engancharnos sin conocer la sustancia o el origen de ese algo, sin acercarnos, tan sólo con la leve prueba de cuál es su contexto y su identidad en la mayoría de los casos. En cierta forma, nos pasa con el diseño gráfico, o con las cosas que los diseñadores hacemos: las imágenes, las producciones, la publicidad sobre todo.
El diseño [como concepto general] ha adquirido una enorme importancia también porque ahora se ha pluralizado y diversificado, democratizado, mejor dicho. Hay cada vez más escuelas de diseño, aunque no necesariamente más diseñadores. Cada vez hay más herramientas y materiales (Canva, por decir uno), aunque eso no necesariamente desemboque en mejores producciones. En todo caso el diseño se ha vuelto común en nuestro entorno. Ya todos tienen ligeros atisbos de lo que puede hacer Photoshop o Illustrator. Y esa democratización lleva a pensar que cualquiera puede hacer un arte, porque vamos, lo puedes ver en un tutorial de YouTube. Cualquiera reconoce, es decir, que necesita de un buen diseño para lanzar su marca, por decir algo, para vender un producto, para iniciar una campaña, para posicionarse o para generar data, entre otras cosas.
Sin embargo, tiene sus contradicciones. En pocas palabras, lo dañino es que no nos hemos dado cuenta que ese mundo [capitalista] nos ha corrompido tanto a consumidores como a creadores. Y también a los diseñadores [a muchos de nosotros]. En muchas ocasiones, los diseños que hacemos son superfluos, vacíos, carecen de contenido; llenos de material de stock, de templates-basura repetidos en el ecosistema digital, o con las mismas formulaciones de comunicación; no obstante, es el formato en que se exponen el que los válida, los hace parecer innovadores, sensatos, a veces incluso originales o pregnantes. A veces creemos que por saber utilizar programas realmente somos diseñadores. Lo he escuchado en alguna parte. Claro, como diseñadores, tenemos una cultura visual escaza, insisto. Y si a eso le sumamos que mentimos con una serie de aparatos y pastiches que, enunciando, ni siquiera hemos comprendido, pero que igual son convincentes. ¿Cómo nos deja eso? En fin. ¿De qué estaba hablando?
[Cuerpo]
Bien. Realicemos un ejercicio. Imaginemos que por un momento somos diseñadores gráficos y que una banda nos ha contratado para hacer la portada de su primer EP.
Se trata de una banda pequeña, quizás local, pero con muchas expectativas. A decir verdad, aún no hemos escuchado alguna de sus rolas. En nuestra entrevista con ellos, y por nuestra poca experiencia en torno a la sustancia de las cosas, sólo hemos preguntado sobre sus gustos o el clásico: «¿cómo les gustaría la portada?». Realmente no sabemos algo del grupo. Por lo menos no algo tan concreto: sólo atisbos. Pero, da igual, comenzamos con el trabajo y ponemos manos a la obra. Eso nunca ha sido impedimento.
Naturalmente, hemos pasado toda la semana vagando en qué hacer, sin llegar a algo. Por fin, o por accidente, hemos escuchado una de sus canciones, sin comprenderla del todo. Y luego de unos días por fin nos hemos puesto a trabajar, mirando ejemplos en Pinterest o en Bëhance, entre otros tantos turbios lugares, dónde hay portadas que nos fascinan. Sin embargo, seguimos confundidos. Lo sabes. Lo sé. Hay que entregar el trabajo y el tiempo es corto. Si. Es una oportunidad inmejorable, terminamos diciendo para convencernos. Al final podemos de todos modos recurrir al moodbard. Clásico. O a copiar una imagen sacada de algún portafolio ajeno.
Así que, bueno, es de noche, y seguimos sin saber cómo configurar la portada para la banda. Pero, ya tenemos Photoshop abierto. Nosotros somos de esos diseñadores ávidos, de los que no necesitan libreta ni lápiz, que ni siquiera necesitan elaborar una investigación previa. Todo lo hacemos rápido, tomamos la inspiración; el acto sucede en el ordenador, dejamos que fluya la magia y el carácter.
Entonces, sin menor preámbulo, damos nuestro primer paso: creamos un archivo nuevo; formato cuadrado; 3000×3000 px; fondo transparente. [Imagen 1]. ¡Que empiece el desastre!
Acto seguido, colocamos una de las fotografías que hemos tomado en la semana. [Imagen 2]. No es una muy importante. Podría ser cualquiera. Pero, hemos elegido esa. Quizás sea la más conveniente, pues, porque así fluye el proceso creativo, claro. Es decir, es un llamamiento.
Has
pensado ya un rato. Yo también. Mejor en blanco y negro. [Imagen 3]. Si.
Después de unos minutos, hemos actuado por inercia. Un par de comandos en Photoshop: añadir ruido, ajustar exposición. [Imagen 4]. Para que pueda verse más natural, decimos.
Un pequeño ajuste de iluminación y luego el título del EP que la banda nos permitió proponer. Un título fantástico, en inglés, por supuesto. Que importa que la banda sólo cante canciones en español. La que escuchamos creo que sólo era instrumental. [Imagen 5].
Ahora, a hacer pequeña la imagen [Imagen 6]. Ambos lo sabemos… Para que el margen ayude a distinguirla. Dotar de esa esencia artística, unitaria, casi leve. El margen que ayuda a que la cosa se sienta privilegiada, luxury.
But, mejor con fondo negro [Imagen 7]. Más trendy, nos decimos. Más poético, decimos para nuestros adentros. En realidad, no sabemos porque se le dice así, pero lo hemos escuchado de otros diseñadores. Así que… Si: fondo negro, espacio poético; que la imagen hable por sí misma como metida en un universo de misterio (como si eso no fuera redundante).
Ahora es momento de que el tiempo difumine algunas cosas. Es una tarea sencilla, de facto. Sólo buscar filtro vintage para Photoshop en Google y colocarla. [Imagen 8]. No importa que el título no esté bien encuadrado. O que ni siquiera signifique algo con relación a las rolas. No importa que la fotografía sea una foto cualquiera. ¿Ya viste como se ve con el filtro? Ufff.
Esperamos, debemos aún ponerle sombras. [Imagen 9]. Para dar volumen, por supuesto. No puede quedar una imagen tan plana. Es decir, es nuestro trabajo.
Y luego una envoltura de plástico. [Imagen 10]. No puede faltar. Sucede que el plástico ayuda a aterrizar el concepto de la fotografía. ¿Sí? Y además sirve como potencializador visual, pues ayuda a entender la composición ya con todos sus elementos. Es así como se vería cuando lo compras, ya en la tienda. Ese es el discurso que hemos preparado para presentarle la portada a la banda. [La palabra correcta es: potenciador].
¡Oh! Casi lo olvidamos. No hemos colocado el holograma de original en la composición. Sabemos que debemos ponerlo. Por fin lo colocamos. [Imagen 11]. Se siente un alivio enorme. Ahora tenemos tiempo de descansar un rato. Ya es de madrugada, y quizás un cigarrillo podría ser de utilidad para calmar el estrés creativo.
Pero, antes, otra corrección de iluminación. Muy pequeña. ¿Habías visto ya que la imagen resultaba muy gris y había que equilibrarla? Un buen trabajo es un buen trabajo. Eso es lo que hace grande a un diseñador, pues: fijarse en los detalles. Cuestión de curvas y contrastes. Capa de ajuste, click en niveles, quizá. [Imagen 12].
Ahora sí, el cigarrillo. Y la frase: out now, para el promocional, por supuesto. [Imagen 13].
Y el logotipo de la banda. [Imagen 14]. Por poco lo hemos pasado de largo.
La imagen ya nos convence. Sin embargo, tenemos aún ligeras dudas, ¿no te parece? Piensas que colocarle otro elemento a la composición podría, aún más, dotar de carácter a la imagen y enfocarla, porque al cabo de eso se trata, de que todas las visuales vayan al objeto. Lo hacemos con una frase repetida en los márgenes. Gran idea. Nos encanta eso: enfocar la imagen con otros elementos. Pero, con opacidades leves. [Imagen 15]. Tampoco es tu intención abrumar al espectador. No sabes porque te encanta, pero lo has hecho toda la vida. Si que si.
Ya está completa la portada. Sólo falta hacer el mockup de Instagram. Es más, ese un capricho nuestro. Pero, puede ayudarle a la banda para entender lo que estamos proponiendo. Sólo haremos un ejemplo burdo, para dar la idea. [Imagen 16]. Y ya que está todo, podemos irnos a dormir tranquilos. ¿Cuánto nos llevamos en esto? No fue tan tardado como creíamos. Y hay diseñadores que se tardan semanas en armar una portada. Imagínate.
[Conclusión]
Perfecto. Ahora, para aterrizar lo que exponía al comienzo, quizás sería bueno que comparásemos dos de las imágenes. La imagen final resulta impresionante, por ejemplo. Es digna de colocar en nuestro perfil de Bëhance o en nuestro book, pero, ¿es realmente un buen diseño? Si hemos advertido bien, la imagen no comunica realmente y a detalle el arte, surge de una ocurrencia y está robustecido por una serie de capas que develan una clase de eco. El título está mal encuadrado. Pero, no hablemos de eso. Ni de que la composición en si carece de sustancia o de, vamos, idea. No sabemos realmente cual era el objetivo del EP o que buscaba, tampoco hablemos de eso. Es que el cliente no nos dijo, ¿verdad? ¿Cómo íbamos a leer su mente? Ah. Lo que sí sabemos es que el diseño carece de concepto [más allá de lo gráfico], no está basado en un propósito ni en rendimientos y que, vamos, es sólo una foto a blanco y negro con ruido, pero oye, en el mockup se ve increíble, ¿apoco no?
Si miramos bien la imagen final, resulta increíble, insisto. Y, sin embargo, llena de adornos. Si quitásemos todos aquellos elementos que distraen: la envoltura, los stickers, los hologramas, el enfoque, el margen, las frases, la marca; y viéramos la portada como un todo [igual a la Imagen 05], la composición cambia, devela su carencia de sentido. Claro, como diseñadores aludimos a que ello responde a un cuantioso análisis gráfico, formal, y no sé que tantos análisis ahora estén de moda. A veces incluso adjudicamos al arte conceptos como que hay que dejar que el tiempo se apropie de la pieza o que el arte es meramente experimental o que habla de nosotros (casi como si eso quitara las criticas). A veces pienso que decir eso es asumir que hicimos un mal trabajo. No sé si los mockups me encantan.
No es mi intención minimizar el impacto de la fotografía, en este caso, porque naturalmente comunica cosas. Mi intención es exponerles que los procesos y
productos que la mayoría de diseñadores hacemos son superfluos. Se pueden ver
con trabajo de trasfondo, horas de producción, si, impresionantes como en la imagen final. No obstante, mentirosos. Y aún peor, movidos por una inercia mercadotécnica. El diseño que hicimos se válida por los adornos, pero sobre todo por su estructura: diseñada para vender-sostener-destruirse. ¿Se dan cuenta? Es no sólo efímera sino que se diseña para reproducirse fácilmente. En ningún momento la portada fue un instrumento para comunicar una historia o un escaparate para narrar una idea. La estructura con que se expuso la portada fue siempre orientada hacia las apariencias, al pastiche, hacia una manera casi aspiracional de decir: esto es lo que quiere ser, pero no es ni será, es más ni es ni está siendo, sólo fue un instante de lucidez.
Por eso creo que vivimos corrompidos. Diseñamos, compramos y consumimos este tipo de cosas, sin darnos cuenta. Y esto, aunque en el corazón me duela, no se aproxima al diseño. Lo que quiere decir que saber poner adornos no nos hace,
necesariamente, diseñadores gráficos. Tristemente pues.
No sé para que publico, de todas formas no ves mis indirectas.